Mayor conocimiento del evento guadalupano

BUENA NUEVA.- La Diócesis de Torreón se prepara para celebrar la fiesta de María de Guadalupe. Hoy domingo, con la bendición de danzas, inicia oficialmente el periodo de peregrinaciones, convirtiendo esta religiosidad popular en una de las más importantes de la región lagunera.

Sin embargo, y pese a que La Laguna de Coahuila mantiene un fervor predominante hacia la Morenita del Tepeyac, es sabida la poca formación de los laicos en materia de evangelización sobre el evento guadalupano, a grado tal que algunos creyentes ponen a la Virgen María antes que a Dios Padre.

Por este motivo, el periódico diocesano BUENA NUEVA dedicará algunas ediciones a un especial con contenido evengélico sobre el evento guadalupano. 

Guadalupe: entre rechazo y devoción

Desde sus inicios, la devoción a Guadalupe tuvo el rechazo abierto y hostil de los franciscanos, agustinos y dominicos, quienes la consideraron una idolatría camuflada, pues el lugar de esta devoción estaba nada más y nada menos que en el mismo lugar de un antiguo santuario dedicado a la diosa azteca, Tonanzin.

A pesar de esto, la devoción se extendió como fuego y atrajo a millones de indígenas a convertirse al cristianismo. Habrían de pasar más de dos siglos para que Roma diera su aprobación oficial en 1754.

Hoy impresiona ver las danzas, los cantos, las peregrinaciones, las imágenes y el fervor de la gente. La actitud, al principio, de los frailes, fluctuaba entre la tolerancia y la vehemente oposición. Podemos decir sin dudar que la devoción guadalupana no fue obra de los misioneros, fuera de Zumárraga y Montúfar, quienes la promovieron.

Fue hasta 1622 que el arzobispo Juan Pérez De la Serna inauguró en el Tepeyac un nuevo santuario, que pronto fue insuficiente. Francisco de Siles pidió al Papa Alejandro VII que concediera que el 12 de diciembre fuera día festivo. En 1896, durante el V Concilio Provincial Mexicano, los obispos declararon que la devoción a Guadalupe debía admitirse y respetarse como creída desde los tiempos remotos. Certifican la verdad histórica de este acontecimiento y pidieron que Santa María de Guadalupe fuera declarada patrona principal de la nación.

El 12 de octubre de 1978, los obispos mexicanos publicaron un documento preparatorio para la Conferencia Episcopal Latinoamericana, con el título: La presencia de Nuestra Señora de Guadalupe y el compromiso evangelizador de nuestra fe. Y ellos consideraron el hecho guadalupano y su mensaje como una exigencia permanente de renovación, para encarnar en estructuras e instituciones la verdad, la justicia, la libertad y el amor.

En el documento de Puebla, los obispos latinoamericanos reconocieron el papel desempeñado por la Virgen de Guadalupe al forjar la identidad de nuestros pueblos y que sintetiza luminosamente en su rostro mestizo desde los inicios de la evangelización (DP, 446).

La aprobación de la Iglesia a las apariciones nunca se dio de manera directa y explícita como en estos últimos tiempos. Pero la Iglesia ha sido mucho más explícita y benigna con esta que con otras apariciones.

Podemos afirmar que solo recientemente los ministros oficiales de la Iglesia han pasado de un mero rechazo a tolerancia, de una domesticación y manipulación en beneficio propio a un reconocimiento real de la profundidad pastoral y su capacidad de ser verdaderamente vivificador y liberador para el pueblo.

El milagro del Tepeyac nos invita a una profunda conversión de dejar un exceso de confianza en programas y métodos de evangelización y llegar a una rendición más sincera al modo de actuar de Dios, que sigue llegando al pueblo por medio de los pobres y sencillos, los que sufren y lloran, los crucificados y los moribundos de este mundo.

Si en otros pueblos la evangelización fue realizada a través de las culturas dominantes, en México fue a través de la imagen de Guadalupe, quien es el consuelo de los pobres y escudo de los débiles.

Fuente: Dr. Pbro. Héctor De la Vega.