¿Se puede comulgar en la mano?

Por: Mons. Luis Martín Barraza Beltrán

BUENA NUEVA.- Con motivo de la pandemia provocada por el coronavirus, el Consejo Permanente de la CEM ha invitado, entre otras cosas, a recibir la Comunión en la mano. Muchas personas sufren cargo de conciencia y se resisten a esta medida. De entrada les digo que, dada la emergencia sanitaria, no tenemos otra alternativa. La caridad a la que estamos obligados como creyentes, es urgida, por ahora, a cuidar la salud propia y la de los demás. Y una medida necesaria es evitar, lo más posible, el contacto físico y a través de los fluidos que despide nuestro cuerpo. En esto, es un riesgo recibir la Comunión en la boca porque el ministro frecuentemente toca los labios o la lengua de quien comulga. Se genera así un vehículo de contagio masivo. Puede parecer exagerada la medida, sobre todo si se nos dice que no existe el virus en nuestro entorno cercano, pero no hay otra forma de evitar el contagio: no hay vacunas, ni manera de detectar a todos los posibles portadores. Y si la vida está en riesgo, aunque sea mínimamente, creo que vale la pena hasta exagerar.

La verdadera experiencia de fe nos conduce a ser Iglesia. Y si la Iglesia, a través de sus pastores en estos días, nos dice que es necesario que comulguemos en la mano, podemos hacerlo. Recordemos las palabras de Jesús a sus apóstoles: «Les aseguro que lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo; y lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo» (Mt 18,18). El no acatar esta disposición pone en entredicho nuestra fe, porque le estaría faltando el aceptar caminar junto con otros. Hasta se haría sospechoso de escrupulosidad, porque se estaría aferrando a su sentir meramente humano y no al sentir de la fe de la Iglesia.

Pero, podemos llevar el tema, aún, más allá de lo práctico, como es este tema de salud, con el cual la Iglesia desea contribuir de esta manera. La normativa actual de la Iglesia maneja las dos opciones de recibir la Comunión, en la mano  o en la boca, sin meterse en el problema de que una forma es mejor o peor. Las dos son igualmente dignas y válidas. Es cierto que, en el caso de la Comunión en la mano, pone la condición de que la Conferencia de Obispos lo haya permitido, con la confirmación de la Sede Apostólica. Esta condición se cumple en el caso que nos ocupa. Pienso que en México les estamos debiendo esa opción a nuestros laicos, más allá de esta contingencia. Tal vez deberíamos, los obispos, solicitar a la Sede Apostólica el permiso para que se pueda comulgar en la mano, como lo han hecho otros episcopados.

Esto es importante, considerando que durante los primeros siglos la comunidad cristiana mantuvo con naturalidad la costumbre de recibir el Pan eucarístico en la mano. Y que el cambio a recibir la Comunión en la boca obedeció a la reducción que se hizo de la Eucaristía a la consagración y a la adoración de la Forma eucarística. Esto provocó que el pueblo se fuera sintiendo indigno de recibirlo, mucho menos en la mano, tal vez en la boca por parte del sacerdote sí, porque solo él era digno de tocar las «cosas santas». No vaya a ser que este sentir perdure hasta nuestro tiempo.