Al 6 de junio con el riesgo de la mentira avasallante
AREÓPAGO (V/28/30/2021).
Por: Jesús De la Torre T., Pbro.
El próximo 6 de junio habrá elecciones federales, estatales y municipales, que según lo que se publica, cimbrarán al país. Para algunos las elecciones tienen como capítulo dominante el que el presidente de la República no hable, o hable del ombligo de los ángeles; para otros, las elecciones consisten en ponderar a la exageración, los candidatos asesinados, que es muy doloroso porque no es motivo suficiente quitarle la vida a quien aspira al poder; para otros, las elecciones consisten en descalificar al grupo que está en el poder y mandarlo al infierno si es que hay alguna oportunidad. Atinadamente observa el Papa Francisco esto: «La resonante difusión de hechos y reclamos en los medios, en realidad suele cerrar las posibilidades del diálogo, porque permite que cada uno mantenga intocables y sin matices sus ideas, intereses y opciones con la excusa de los errores ajenos. Prima la costumbre de descalificar rápidamente al adversario, aplicándole epítetos humillantes, en lugar de enfrentar un diálogo abierto y respetuoso, donde se busque alcanzar una síntesis superadora. Lo peor es que este lenguaje, habitual en el contexto mediático de una campaña política, se ha generalizado de tal manera que todos lo utilizan cotidianamente. El debate frecuentemente es manoseado por determinados intereses que tienen mayor poder, procurando deshonestamente inclinar la opinión pública a su favor. No me refiero solamente al gobierno en turno, ya que este poder manipulador puede ser económico, político, mediático, religioso o de cualquier género. A veces se lo justifica o excusa cuando su dinámica responde a los propios intereses económicos o ideológicos, pero tarde o temprano se vuelve en contra de esos mismos intereses» (Fratelli tutti, 201). Continúa el Papa: «La falta de diálogo implica que ninguno, en los distintos sectores, está preocupado por el bien común, sino por la adquisición de beneficios que otorga el poder, o en el mejor de los casos, por imponer su forma de pensar. Así las conversaciones se convertirán en meras negociaciones para que cada uno pueda rasguñar todo el poder y los mayores beneficios posibles, no en una búsqueda que genere el bien común, los héroes del futuro serán los que sepan romper esa lógica enfermiza y decidan sostener con respeto una palabra cargada de verdad, más allá de las conveniencias personales. Dios quiera que estos héroes se estén gestando silenciosamente en el corazón de nuestra sociedad» (202). ¡Listos pues!