Bautismo del Señor (Mc 1,6-11)

Por P. Aurelio González

«Tú eres mi Hijo amado; en ti me complazco».

Estamos caminando en el tercer domingo después de la noche del nacimiento, con el cual cerramos litúrgicamente el tiempo de Navidad, celebrando la fiesta del Bautismo del Señor. El hecho bautismal que sucedió en el Río Jordán es una especie de segunda Epifanía, pues en el pesebre el niño Jesús se manifestó como Salvador a los magos de Oriente, y ahora al recibir las aguas del Bautismo, siendo ya adulto, es la voz del Padre quien lo manifiesta como Hijo predilecto, ungido por el Espíritu.

El texto de Marcos que la Iglesia nos ofrece en la liturgia de este domingo consta de dos partes: la primera, centrada en la persona de Juan, a quien en la historia de la Salvación se le reconoce como el precursor del Mesías; él con su palabra y con sus gestos ofrece un testimonio de humildad, reconociendo que no es el Mesías, y definiendo la naturaleza del Bautismo que ofrece como un gesto externo de conversión. La segunda parte está centrada en la persona de Jesús, quien viniendo de Nazaret recibe el Bautismo que Juan ofrecía en el Jordán en invitación a manifestar arrepentimiento; y es en la realización de este hecho que sucede la teofanía mesiánica, que quiere decir, una revelación divina sobre la persona de Jesús: se rasgan los cielos, el Espíritu Santo como si fuera una paloma desciende sobre Él y se oye la voz desde el cielo que dice: «Tú eres mi Hijo amado; en ti me complazco».

En los últimos años se ha despertado en la investigación científica sobre los Evangelios una gran fascinación por rescatar los más posibles datos acerca del Jesús histórico, preguntándose por lo que realmente sucedió como hecho histórico, que dio origen a las narraciones evangélicas, las cuales no tienen una finalidad histórica sino catequética, dando muchas veces apertura a la creatividad literaria. Uno de los hechos que más interrogantes ha despertado sobre su valor histórico, es el acontecimiento del Bautismo en el Jordán. A favor de su historicidad está la multiplicidad de testimonios, pues los cuatro Evangelios que se conservan en la Biblia lo transmiten; pero hay una circunstancia que ha generado dudas sobre la historicidad del Bautismo de Jesús: si el Bautismo de Juan era un Bautismo de conversión, ¿por qué Jesús habría de bautizarse si Él no tenía necesidad de una conversión al no ser sujeto de pecado?

Al preguntarnos acerca de la conciencia de Jesús sobre la identidad de su vocación y de su misión nos puede generar un camino de respuesta sobre el valor histórico de su Bautismo. Teológicamente hablando es muy valiosa la manera como Lucas concluye el relato sobre la infancia de Jesús, revelando que su desarrollo era en sabiduría, en años y en gracia delante de Dios y de los hombres (Lc 2,52). Entendemos que Jesús no nació sabiendo que era Dios ni que tenía una misión redentora; la conciencia sobre quién era Él y cuál era su misión la fue despertando y discerniendo progresivamente hasta llegar a lo que podemos llamar una certeza psicológica sobre la verdad de sí mismo, así como la vamos logrando todas las personas en un proceso progresivo de madurez humana. Al decidir dejar Nazaret, su tierra natal, el rito del bautismo que ofrecía Juan en el Jordán se convierte para Jesús en la experiencia adecuada para manifestar quién era Él y para dar inicio a la misión que estaba dispuesto a realizar, para que así en Él la humanidad entera se experimentara amada por el Padre; y a su vez el Padre, a través del Hijo, fuera glorificado por toda la humanidad; pues al ser injertados por el Bautismo al misterio de Cristo, somos constituidos en hijos en el Hijo.

Hijo amado, en cuya fidelidad se complace el Padre, haz descender el Espíritu que maduró tu conciencia y condujo tu misión, para que los cristianos de hoy sepamos manifestar nuestra identidad y podamos realizar la misión que nos urge.