Católicos de Pedro el Ermitaño y jacobinos…

AREÓPAGO

Por: Jesús De la Torre T., Pbro. 

     Ramón López Velarde, un magnífico poeta jerezano, tipificó, por el año 1915, a los zacatecanos como «católicos de Pedro el Ermitaño y jacobinos de época terciaria (y se odian los unos a los otros con buena fe)». El pensamiento es iluminador para entender los desencuentros y hasta los odios que de pocos meses acá nos cargamos los mexicanos, con el arrepentimiento de muchos de clases medias para arriba, por haber votado a lo contreras,  por quien a tiempo dijo que iba a barrer la corrupción, como se barren las escaleras: de arriba para abajo. Hay algo nuevo que a muchos no agrada aunque sí están de acuerdo en que no haya corrupción. Pero la mera verdad, cuesta entender cierta saña en entrañas católicas y cierta torpeza de entendimiento que no logra aclararse en medio de tanta confusión. 

     Quizás pueda aclarar el pensamiento del Papa Francisco, externado en su última encíclica Fratelli tutti, al hablar de populistas y liberales, que tampoco se entienden. Dice: «El desprecio de los débiles puede esconderse en formas populistas, que los utilizan demagógicamente para sus fines, o en formas liberales al servicio de los intereses económicos para los poderosos. En ambos casos se advierte la dificultad para pensar en un mundo abierto que tenga lugar para todos, que incorpore a los más débiles y que respete las diversas culturas» (FT, 155). Que nos respetemos, es la primera invitación papal. 

     Ahonda el Papa su pensamiento así: «En los últimos años, la expresión “populismo” o “populista” ha invadido los medios de comunicación y el lenguaje en general. Así pierde el valor que podría contener y se convierte en una de las polaridades de la sociedad dividida. Esto llegó al punto de pretender clasificar a todas las personas, agrupaciones, sociedades y gobiernos a partir de una división binaria: “populista” o “no populista”. Ya no es posible que alguien opine sobre cualquier tema sin que intenten clasificarlo en uno de esos dos polos, a veces para desacreditarlo injustamente o para enaltecerlo en exceso» (156). 

     Nadie niega la nobleza y la sabiduría del pueblo mexicano, pero tampoco se niega que estábamos muy mal y ahora nos toca entendernos por la necesidad de la justicia.