CEBs dan primer paso para planeación pastoral

BUENA NUEVA.- El 9 de febrero se realizó el XXVIII Encuentro de Comunidades Eclesiales de Base (CEBs) de la Diócesis de Torreón, con el objetivo de realizar una planeación pastoral que lleve a ser iglesia en la base, consecuente con la realidad lagunera. Los temas fueron impartidos por los sacerdotes Rodolfo Reza Palomares y por el laico Carlos Carrasco. 

Las actividades se efectuaron en el auditorio de Centro Saulo. Comenzaron con una santa misa que presidió Mons. Luis Martín Barraza Beltrán a las 9:00 de la mañana. Concelebró el padre Tobías De la Torre. Acudieron alrededor de 200 personas. 

Características de las CEBs

Se afirma que las comunidades son realidades históricas, compromisos de fe, que aportan el dato histórico comprometido. Lo que en clave conceptual es la teología de la liberación, las CEBs son el caminar de las bases y contribuye a la relectura de fe. 

Estas comunidades descentralizan y articulan la comunidad parroquial a la que permanecen siempre unidas; se enraízan en ambientes populares y rurales, convirtiéndose en fermento de vida cristiana, de atención a los últimos, de compromiso en pos de la transformación de la sociedad. En ellas cada cristiano hace una experiencia comunitaria, gracias a la cual también él se siente un elemento activo, estimulado a ofrecer su colaboración en las tareas de todos. De este modo, las mismas comunidades son instrumento de evangelización y de primer anuncio, así como fuente de nuevos ministerios.

Desde el Concilio Vaticano II, las comunidades eclesiales de base han florecido un poco por todas partes, pero sobre todo en América  Latina. La II Conferencia del Episcopado Latinoamericano (1968) vio en la  comunidad eclesial de base la concreción de la eclesiología de  comunión pedida por el Concilio, la consideró como el «primero y  fundamental núcleo eclesial» y dejó aprobado lo siguiente:  «La vivencia de la comunión, a la que ha sido llamado, debe  encontrarla el cristiano en su comunidad de base, es decir, una  comunidad local o ambiental, que corresponda a la realidad de  un grupo homogéneo, y que tenga una dimensión tal que permita el trato personal fraterno entre sus miembros. 

Por consiguiente, el esfuerzo pastoral de la Iglesia debe estar orientado a la transformación de esas comunidades en familia de Dios, comenzando por hacerse presente en ellas como fermento  mediante un núcleo, aunque sea pequeño, que constituya una  comunidad de fe, de esperanza y de caridad. La comunidad  cristiana de base es así el primero y fundamental núcleo eclesial, que debe, en su propio nivel, responsabilizarse de la riqueza y expansión de la fe, como también del culto que es su expresión. Ella es, pues, célula inicial de estructuración eclesial, y foco de  evangelización, y actualmente factor primordial de promoción  humana y desarrollo.