Conoce el evento guadalupano desde una visión pastoral

BUENA NUEVA.- La Diócesis de Torreón se prepara para celebrar la fiesta de María de Guadalupe.Sin embargo, y pese a que La Laguna de Coahuila mantiene un fervor predominante hacia la Morenita del Tepeyac, es sabida la poca formación de los laicos en materia de evangelización sobre el evento guadalupano, a grado tal que algunos creyentes ponen a la Virgen María antes que a Dios Padre.

Por este motivo, el periódico diocesano BUENA NUEVA dedicará algunas ediciones a un especial con contenido evangélico sobre el evento guadalupano. 

Segunda tendencia pastoral

Representada en la actitud favorable de los primeros misioneros, proponía una pastoral evangelizadora para compadecer al indígena ante los abusos de los conquistadores y sostenían que los indígenas eran capaces de ser evangelizados, consolados y que había que darles esperanza.

Fue Bernardino de Sahagún quien propiciaba un sistema educativo para la evangelización, pero manteniendo como base el estilo de la Iglesia española. Desgraciadamente no prescindió de los sistemas de espionaje y denuncia hacia cualquier cosa netamente indígena.

Para el primer grupo de misioneros, al mando de fray Toribio de Benavente, la cristiandad india estaba destinada a reencontrar la pureza del cristianismo primitivo, corrompido en Europa por el renacimiento secularizado. El mundo indígena les parecía el punto ideal para la realización de las utopías, que Europa soñaba concretar. Para ellos, el continente recién descubierto era el comienzo de nuevas oportunidades de fama, riqueza y aventura, construir una nueva Iglesia verdaderamente evangélica y no contaminada por los abusos de la vieja Iglesia europea.

Para Roma, la Iglesia se encontraba en una situación crítica, y América era vista como la posibilidad de construir una Iglesia realmente cristiana. Las multitudes indígenas les parecían una reserva innumerable de fieles. Esta era una utopía, como la de Tomás Moro y que Vasco de Quiroga quiso concretar en Michoacán. Pero, por bella que parezca la utopía franciscana, el indígena era visto como un inoportuno en estos planes.

El indio era entonces una presa muy querida para los cazadores de almas y que tenían que luchar contra los abusos de los conquistadores. Eran misioneros de una vida santa que llegaron a arriesgar sus vidas para defender a sus hijos indígenas.

Pero, aunque se inició una evangelización con un lenguaje de respeto y amor, los misioneros no lograron penetrar el terreno del simbolismo propio de las culturas indígenas en sus concepciones sobre la vida y el mundo. Condenaron lo que no conocían y rompieron toda posibilidad de un acercamiento con las religiones indígenas a las que consideraron expresiones diabólicas.

Nunca se llevó a cabo la realización de la utopía franciscana de construir una Iglesia indígena, pues la evangelización era llevada a cabo a través de la teología propia de la edad media que los frailes manejaban.  La conversión, la palabra más usada entonces, no significaba que los indígenas se convencieran de la bondad del cristianismo, sino que se sometieron a los cristianos, abandonando a sus antiguos dioses. Lo cual resultó en un total fracaso pues los indígenas veían esto como algo por demás negativo, al tener que negar su cultura, su religión y sus lugares sagrados.

Ciertamente que los misioneros fueron grandes figuras de la evangelización, pero también se convirtieron en agentes de una violencia mayor y que optaron por una radical oposición: la religión cristiana contra la religión indígena. Y con esto negaban a sus hijos indígenas la raíz esencial de sus vidas. Nunca entendieron la espiritualidad indígena ya que su mentalidad española no los dejaba ver la riqueza del mundo indígena. Juzgaron y condenaron lo que no conocían.

Los sacrificios humanos los asustaron tanto que optaron por no entrar en diálogo con cualquier manifestación religiosa indígena. Buenas intenciones, malos resultados.

Fuente: Dr. Pbro. Héctor De la Vega.