El Bautismo del Espíritu

Mt 3,13-17

Por: Mons. Luis Martín Barraza Beltrán, obispo de Torreón.

BUENA NUEVA.- El significado del bautismo puede ir desde un simple rito hasta una experiencia muy profunda de iniciación en algo totalmente nuevo, una experiencia de lo divino. Se trata de una palabra muy flexible, hay bautismo de deseo, de sangre, de agua y del Espíritu. Existe un bautismo natural, que no tiene nada que ver con la fe cristiana. En algunos pueblos antiguos había sus ritos de iniciación y purificación, como un bautismo. En lo personal me llama la atención la demanda que tiene el sacramento del Bautismo en algunas culturas indígenas, como la tarahumara. Yo me pregunto si celebran lo mismo que nosotros, o simplemente su tradición cultural o algo que está en su naturaleza. Hasta es posible que su bautismo sea más verdadero que muchos de los nuestros. Hay una necesidad en el ser humano de renovarse continuamente y de pertenecer a una comunidad, el rito del bautismo alienta y satisface ese deseo. 

Pero la duda razonable sobre qué es exactamente lo que celebra la gente al acercar a sus hijos a bautizar, también existe cuando nuestros católicos piden este sacramento. Para unos es más un evento social con el que forzosamente se tiene que cumplir. Para otros es la ocasión de establecer vínculos familiares con quienes interesa hacerlo. Puede que ya exista una amistad fuerte, pero la solemnidad que ofrece el espacio sagrado del sacramento es especial para estrechar lazos. Otros tienen ideas supersticiosas sobre el bautismo, como el hecho de que le puede venir una desgracia al niño si no se le echa el agua, etc.

Para nosotros los cristianos el Bautismo es el sacramento de la fe. Por él se nace a la vida espiritual, mediante la ablución del agua y la invocación de la Santísima Trinidad. «Por el Bautismo nos incorporamos a Cristo y a su cuerpo que es la Iglesia» (DA, 175 b). En este sacramento se realiza el gran misterio por el cual el hombre muere al pecado, participa de la vida nueva en Cristo Resucitado y recibe el mismo Espíritu de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos (Rom 8,11). El Bautismo, por tanto, realiza un encuentro con Cristo que conforma toda la existencia del bautizado, le da vida divina y lo llama a una conversión sincera, iniciada y sostenida por la gracia, que lo lleva a alcanzar la talla adulta de Cristo (Benedicto XVI).

Así pues, el Bautismo tiene que ver con los signos sacramentales (agua, aceites, palabras, vestidura, velas), pero sobre todo es conocimiento de Jesucristo, muerte al pecado y testimonio de vida nueva en comunidad: «que yo pueda conocerle a Él, el poder de su Resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a Él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos» (Flp 3,10-11). En nuestro tiempo prevalece el rito por sobre la experiencia de fe en la celebración de este sacramento. Hay demasiados bautizados y pocos discípulos misioneros, poca Iglesia donde se viva la unidad y la solidaridad, hay pocos servidores en nuestras parroquias. De igual modo, hace falta más identidad cristiana en la convivencia social, fácilmente se diluye el bautizado en la mentalidad y estilo de vida del mundo. Es necesario recibir el Bautismo en el Espíritu por la escucha de la Palabra.