La devoción a Nuestra Señora del Monte Carmelo

BUENA NUEVA.- Este mes de julio, la Catedral de Nuestra Señora del Carmen celebra su fiesta patronal en el marco de su centenario como parroquia (1º de mayo de 1929). Durante el mes de mayo, BUENA NUEVA abordó la historia del templo que se convirtió en la sede catedralicia de la Diócesis de Torreón. Ahora, con motivo de su fiesta patronal, abordaremos el origen de la devoción a nuestra Señora del Monte Carmelo.

El monte Carmelo 

Hablar de monte, montaña o colina, es hablar de un espacio geográfico elevado sobre la superficie de tránsito ordinario de personas en un territorio determinado. Estas formaciones geológicas establecidas de manera accidental, dieron la oportunidad a innumerables pueblos para descubrir en ellas formas espirituales de comunicación con los espíritus celestes y con la divinidad.

El pueblo hebreo, después de la liberación de Egipto, recibió en el monte Sinaí el decálogo de leyes y preceptos para que los cumpliera según el designio divino y se realizara el deseo mutuo de alianza. El monte en lenguaje bíblico significa, entonces, lugar de encuentro con Dios, espacio especial de comunicación con la divinidad.

En adelante, las montañas o montes significarían un espacio apropiado y sensible de encuentro con Dios. Uno de estos montes de Israel, se ubica en la cordillera o cadena oeste que termina en el monte Carmelo, en hebreo Karmel, que significa campo fructuoso, y se ubica al final de la misma cordillera frente al Mediterráneo. De este lugar partían innumerables caravanas comerciales hacia el oriente por un tránsito llamado Stela Maris (Camino del Mar) hacia la zona de Galilea, Samaria y hasta el otro lado del mar de Galilea. La cima del monte Carmelo se considera desde la antigüedad como lugar sagrado, puesto que había contado con un santuario donde se desató la disputa contra 850 sacerdotes de Baal, por parte del profeta Elías (I Re 18, 20).

Los montes en la cultura bíblica antigua han gozado de diferentes simbolismos: lugar de encuentro con Dios, la eternidad, la estabilidad, las dificultades, la trascendencia, etc., es por ello que en estos lugares se registran acontecimientos sorprendentes, milagrosos, sobrenaturales, así como alianzas y convenios con la divinidad.

Es precisamente en el monte Carmelo donde, según la tradición, aconteció el milagro de la aparición de la Virgen María con el Niño en los brazos, sobre una nube en el cielo. Esto fue presenciado por un grupo de varones devotos que durante la celebración de Pentecostés investigaban la vida de los profetas Elías y Eliseo. 

No eran bautizados ni creyentes católicos, pero el milagro los convirtió, se bautizaron y en ese lugar se estableció un templo en honor a nuestra Señora y también una comunidad de hermanos que dedicaron el título a Nuestra Señora del Monte Carmelo, más conocidos como «carmelitas».

Con el tiempo y los avances del islam en medio oriente y la creciente invasión de los musulmanes en los lugares santos y las continuas persecuciones de los cristianos, el culto a Nuestra Señora del Carmen pasó a Europa en el s. XIII, resguardado por la misma congregación religiosa. El Papa Inocencio IV aprobó la orden en 1245.

El 16 de julio de 1251, la Virgen se le apareció al prior de los carmelitas, san Simón Stock, a quien le encargó la renovación espiritual de la congregación y le entregó el hábito, del cual se hizo una simplificación por medio de un escapulario, prometiéndole que quienes lo llevaran puesto y observaran algunas prácticas cultuales recibirían el Cielo. El mismo Papa Inocencio IV bendijo el hábito y le otorgó varios privilegios, no solo para los religiosos sino para todo aquel que poniéndose en oración bajo su protección y observando las condiciones impuestas para el uso del escapulario, serían librados de las penas del Purgatorio. 

Casi un siglo después de que la Virgen se apareciera a san Simón, se manifestó al Papa Juan XXII, prometiéndole otros favores a quien portara el escapulario dignamente. 

La respuesta de la Virgen al entregar el escapulario fue: «Este será el privilegio para ti y todos los carmelitas; quien muriere con él no padecerá el fuego eterno, es decir, el que con él muriere se salvará». Su mensaje: amar y sufrir por la orden y la congregación; acudir a María en todas las necesidades; merecer llamarnos amados de María; practicar las virtudes que simboliza el escapulario. 

La Diócesis de Torreón fue consagrada desde su origen como catedral al corazón inmaculado de María en la advocación de Nuestra Señora del Monte Carmelo, y fue la congregación de los carmelitas los primeros que sirvieron y construyeron el templo que en el futuro sería la parroquia y luego la catedral del Carmen. 

Por: Pbro. Javier Gómez Orozco.