La historia, madre y maestra de la vida (Parte II)

Por: Pbro. Francisco Javier Gómez Orozco

BUENA NUEVA.- Conforme se acrecentaron los brotes a nivel nacional, se cerraron cines, teatros, clubes, cantinas, escuelas y lugares de reunión masiva. Se estableció una especie de toque de queda de 11:00 p. m. a 4:00 a. m. para desinfectar todas las instituciones o lugares de servicio prioritario. 

Las personas que atendían a un infectado debían cubrir su cara y además poner tapones de algodón en la nariz, desinfectar paños, mantas y utensilios de alimentación con una solución de «creolina» y acido «fénico». Estos son desinfectantes naturales extraídos de la madera seca mediante destilación de la misma por gases y vapores de donde se saca el aguarrás o trementina y el residuo restante que es una masa oscura se denomina creosota (creolina) compuesta por acido fénico (fenol) y acido crésico (cresol). 

En tan solo 20 días creció tanto la pandemia que la prensa ocupó muchos espacios de la información para este mal. Hablaba de hacinamientos de muertos en distintos puntos del país, desde el norte hasta el centro. Algunas autoridades contemplaron el cierre temporal de templos, para evitar el contagio en las rutinarias aglomeraciones de fieles. Incluso se sugirió la desinfección de las rejillas del confesionario. 

Para noviembre el mismo periódico Excélsior tronaba: «Ya es tiempo de hacer algo contra la influenza; la terrible epidemia aumenta de manera alarmante y las autoridades no muestran su preocupación». La verdad es que las autoridades hacían su parte pero la situación estaba rebasando a la población incluyendo a los medios de comunicación. 

Ya iniciado el año 1919, los mismos medios informaban que la región del país más afectada era Michoacán con 48 mil víctimas, seguido por Guanajuato, Puebla, Veracruz, Chihuahua y el Distrito Federal y con los datos obtenidos, de estos y otros lugares, sumaban la cantidad de 436 mil 200 muertos. Incluso mostraban el comparativo de que la revolución dejó como saldo la cantidad de 300 mil víctimas. 

Se entiende que a la enfermedad se sumaron otros factores no menos críticos como anteriormente se dijo; el hambre tomó proporciones terribles, acompañada de la impotencia para adquirir productos por la extrema pobreza en la que se encontraban. El maíz llegó a aumentar 1,500% el frijol 700% y el arroz 800%. 

La gota que derramó el vaso fueron las otras enfermedades como la fiebre amarilla, la peste, el tifo, la viruela, la tifoidea y el sarampión, que desde 1900 a 1920 azotaron fuertemente al pueblo junto con el remate de la influenza que destruyó buena parte del pueblo mexicano. 

Después de la Revolución Mexicana, siguió la persecución religiosa y el colofón de la Segunda Guerra Mundial. Los sobrevivientes de estas adversas situaciones supieron adaptarse los últimos años de su vida a una especie de relajamiento que llegó con la etapa de la tecnología y el progreso en un significativo tiempo de tranquilidad y paz. 

Las siguientes generaciones hemos experimentado otras dificultades que están marcando este tiempo y se convertirán en historia para las subsiguientes generaciones. La de COVID-19 es la primera epidemia del siglo y del nuevo milenio y ya ha marcado diferencia en el comportamiento social, político, económico y religioso. 

Se dice que llegó para quedarse y lo mejor por hacer es adaptarse y aprender a convivir con las debidas precauciones y medidas sanitarias recomendadas por autoridades de salud y de gobierno. No debemos paralizarnos ante esta situación, debemos enfrentarla con valentía pero responsable, solidaria y disciplinadamente, respetando los procesos y personas con quienes nos ha tocado vivir esta contingencia. 

La historia es madre y maestra de la vida y hoy nos recuerda lo vivido en etapas anteriores y las experiencias que se vivieron entonces, y cómo pudieron sobrevivir y forjar un pueblo con toda su identidad y tradición para legarla a las siguientes generaciones, y entre ellas a nosotros.

Me ha ayudado bastante en esta reflexión la información de la biblioteca digital del estado de Coahuila en su revista de historia y el artículo del Sr. Álvaro Matute sobre la influenza española. ¿Ladran los perros?… es señal de que vamos cabalgando. ¡Ánimo!