La impunidad: columna vertebral de la corrupción
COLUMNA VERTEBRAL
Por Juan Ceballos Azpe
Hace ya 20 años, luego del triunfo electoral de Vicente Fox, Alan Riding, el analista político norteamericano, autor de Vecinos distantes: la radiografía de las relaciones México-EEUU, presentó su libro ¿Cambiará México ahora?, en el que advirtió que el principal obstáculo que enfrentaría el nuevo gobierno sería combatir la corrupción a fondo, ya que «envenena todo el sistema, incluyendo el sector privado y está más institucionalizada que en otros países», por lo que sería una labor titánica combatir a fondo ese mal, cuyas profundas raíces serían difíciles de arrancar. 20 años después podemos corroborar que, hasta hoy, ha sido imposible. También hace dos décadas, el entonces embajador norteamericano en México, Jeffrey Davidow, aseguró que la corrupción no es privativa de nuestro país; es un fenómeno universal que se vive en todo el mundo; pero, el que sea mal de muchos, no debe de ser nuestro consuelo.
Y si es un fenómeno universal, ¿cuál es la diferencia entre países del primer mundo y el nuestro? La facilidad y la frecuencia con las que se viola la ley, así como el nivel de impunidad que aquí se vive. Algunas de nuestras leyes son teóricamente perfectas, pero alejadas de la realidad, complejas y demasiado rígidas; por lo mismo, casi impracticables. Así, ante la distancia entre la teoría y la práctica de las normas jurídicas, se fueron creando otras reglas no escritas que acabaron por regir nuestra vida pública, desde la sucesión presidencial, hasta el tránsito de la ciudad, por lo que se debe reducir la brecha entre la norma y la realidad, se tiene que replantear el criterio legislativo para hacer la norma más realista, expulsar al diablito que nos dice: «El que no transa no avanza», y darle alas al ángel que nos aconseja que la honradez premia y el crimen no paga, así como luchar contra la impunidad, COLUMNA VERTEBRAL que sostiene el andamiaje de la corrupción.
Los mexicanos debemos estar convencidos de que lo que necesitamos es sentar las bases para que ser corrupto sea cada vez más costoso y que ser honesto sea cada vez más benéfico. Y si bien, en esta tarea la responsabilidad principal es del gobierno, puesto que es juez y parte, así como de los legisladores que se encargan de establecer la normatividad respectiva, ya sabemos que, de ellos, no va a venir el cambio, por lo que la sociedad civil debe asumir su papel protagónico, adoptando una actitud autocrítica, reconociendo que el mal existe, con una verdadera voluntad de decisión y acción para cambiar nocivos patrones de conducta y obligar a la clase gobernante a hacer lo propio. El precio es alto, pero los beneficios serán insuperables. Cuestión de preguntarnos si estamos dispuestos. ¿No lo cree usted así…? ¡Ánimo!