La Pastoral Vocacional

Por: Mons. Luis Martín Barraza Beltrán, obispo de Torreón
BUENA NUEVA.- El mes de julio, generalmente, se aprovecha en las diócesis para lleva a cabo jornadas vocacionales, con la intención de ayudar a los(as) jóvenes a discernir su posible vocación a la vida consagrada, como sacerdotes o religiosas(os). En nuestra diócesis se ha llevado a cabo el Preseminario en la semana del 12 al 19 de julio. En el caso de la vocación femenina la experiencia se llama Interas o Previda. Ordinariamente se trabaja con jóvenes de preparatoria en adelante.
El que existan estas experiencias intensivas no significa que eso es todo el trabajo de la Pastoral Vocacional. Estos encuentros vocacionales suponen toda una preparación previa, que comienza en las familias que van inculcando la fe a sus hijos. Según sea el ambiente religioso y fraterno de las familias habrá más posibilidades de que se susciten las vocaciones. Sin duda que la vocación es un misterio, un don, pero también depende del cultivo que se haga de las personas, nadie puede elegir lo que no conoce. Es muy importante la valoración que hagan las familias de la vocación consagrada. Por ejemplo, tiempo atrás las familias lo consideraban una bendición, se sentían orgullosas del hijo(a) sacerdote o religioso, ahora tiende a desalentarse esta vocación frente a otras, aún en familias muy creyentes. Así es que la promoción vocacional comienza en la Pastoral Familiar.
También, la «semillita» vocacional comienza a trabajar cuando se participa en la vida parroquial. A algunos niños les nace esta inquietud cuando están en el catecismo y van a misa. Esto puede suceder porque su catequista les habla de la vocación sacerdotal, o porque conviven con su párroco, o porque los lleva a conocer el seminario. Tal vez puede tomarse esto como una ilusión pasajera pero muchas grandes cosas comienzan soñando. Algunos se hacen servidores del altar y se adentran más en el ambiente celebrativo y en la convivencia con los sacerdotes. Existen varios testimonios de seminaristas y sacerdotes que se motivaron en la catequesis infantil o en el grupo de monaguillos.
Los grupos juveniles son, también, lugares propicios para que «florezcan» las vocaciones. Empezando por los adolescentes y jóvenes que se preparan a la Confirmación y siguiendo por los demás grupos parroquiales. Es cierto que hay vocaciones que nacen de pronto por solo acudir a misa, por la religiosidad de la familia o por la amistad con alguien cercano a la fe, pero estas son pocas realmente. Uno que otro procede de procesos sensibles al compromiso social.
Como podemos ver, la vocación es un don de Dios, no se puede exigir ni comprar, sino que ordinariamente pasa por los procesos de evangelización de la Iglesia. Todos tenemos qué ver con la promoción vocacional: las familias, las parroquias, los catequistas, los grupos parroquiales, los movimientos, los sacerdotes, el obispo, los(as) religiosos(as), etc. «Por sus frutos los conocerán» (Mt 12,33), dice Jesús. La vitalidad de la vida de fe de una parroquia, de una diócesis, también se conoce por sus frutos, uno de ellos son las vocaciones sacerdotales y religiosas. Puede ser que haya otros frutos, como las vocaciones laicales.
Hoy en día se habla de la cultura vocacional, lo cual quiere decir, promover el sentido vocacional en todas las opciones de vida, pero también de ayudarle a Dios a llamar, específicamente, al sacerdocio y a la vida religiosa.