Los nefastos pescadores del río revuelto de la política
COLUMNA VERTEBRAL
Por Juan Ceballos Azpe
Una actitud ancestral que asume la mayoría de los políticos es aquella por la que, en el afán de lograr sus objetivos particulares, no les importa traicionar principios ni lealtades, muchos menos obstruir algún programa de gobierno o dañar la imagen y afectar la unidad de su propio partido. Igualmente podemos ver a funcionarios públicos y representantes populares que, a pocos meses de concluir su gestión, no dudan en abandonar la barca que ya se acerca al fin de su destino, para tratar de abordar otra, que podría zarpar en un nuevo periodo administrativo o legislativo, y de esa manera ver la forma de asegurarse un lugar en la nómina al menos por otros tres años, sin importarles si con ello defraudan la confianza de los votantes o de quien les confirió la responsabilidad del cargo público que ocuparon.
La lealtad se la deben a quien los impuso, y se prestan a sus intereses particulares, sin importarles traicionar la confianza de quien realmente deben obedecer, dejando de lado el bien de la comunidad. La máxima que advierte que el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla, se puede aplicar también al gobierno federal, a los partidos políticos en general y a funcionarios públicos y representantes populares en particular. En el río revuelto de la política sobran pescadores nefastos que buscan las ganancias mayores, por lo que no dudarán en aprovecharse de las circunstancias para adueñarse de la situación y lograr sus objetivos particulares, pasando por encima de los intereses comunitarios.
Por ello, debemos apostarle a una ciudadanía más politizada, con mayor capacidad de análisis crítico, con un creciente deseo de participación y con la disposición total a dejar de ser espectadora pasiva de la realidad para convertirse en protagonista activa de los cambios que la patria está demandando. Esa debe ser la nueva sociedad cuyo despertar sea la COLUMNA VERTEBRAL para transformar al país, tomando consciencia de las graves consecuencias que acarrean las acciones y decisiones erróneas de quienes tienen en sus manos la responsabilidad de dirigir la nación, por lo que, tanto la comunidad como la clase política en el poder y en la oposición, deberán darse cuenta de ello y actuar en consecuencia, antes de que la barca nacional termine de perder el rumbo y la condenemos al naufragio. ¿No lo cree usted así…? ¡Ánimo!