Obispo: la devoción a María debe poner al centro la Palabra de Dios

BUENA NUEVA.- El obispo de la Diócesis de Torreón, Mons. Luis Martín Barraza Beltrán, hizo un llamado a la grey católica lagunera para que las fiestas guadalupanas sirvan de instrumentos para que la Palabra siga encarnándose en la Iglesia diocesana.

Lo anterior lo señaló en su homilía con motivo de la peregrinación diocesana que año con año se realiza rumbo a la Parroquia Nuestra Señora de Guadalupe en Torreón. A las 10:30 de la mañana el presbiterio de esta Iglesia particular, el Seminario diocesano y colaboradores de las diversas parroquias y capellanías se dieron cita en la Alameda Zaragoza para iniciar la procesión, la cual contó con la participación de dos grupos de danza: la del Seminario y la de la Medalla Milagrosa.

Con anticipación, el padre Ramiro Mora Jáuregui comentó que una de las principales intenciones de la peregrinación es pedir por la paz y por los trabajos que se están llevando a cabo actualmente en la actualización del Plan Diocesano de Pastoral.

La proclamación del Evangelio 

En su homilía, don Luis Martín invitó a la asamblea, y en especial a los sacerdotes, a cuidar la proclamación del Evangelio, relacionando la importancia de preparar la catequesis y las predicaciones, pero sobre todo con el proceso de iniciación cristiana.

«”La misión de la Iglesia es evangelizar, es la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar” (EN, 14). Cuidar las raíces de nuestra fe que se inicia con el Bautismo, la Primera Comunión y la Confirmación, es fundamental.

»Mientras elaboramos el Plan Diocesano de Pastoral, y antes de cualquier otro proceso de desarrollo humano y de concientización social o política, estamos invitados a poner el Evangelio en el corazón de las personas, a suscitar la fe.

»No estoy excluyendo ningún otro proceso evangelizador, simplemente digo por dónde se empieza. Es lo que dice el Papa Francisco del kerigma, es lo primero y más fundamental. Todo lo demás puede ser preparación o continuación. Les encargo las pláticas bautismales, la catequesis familiar y la preparación a la Confirmación», pidió el obispo.

Paz y justicia

El señor obispo explicó, que María de Guadalupe, posando sus hermosos pies sobre el cerro del Tepeyac, ha traído la Salvación a nuestras tierras. Habiendo transcurrido 1500 años del acontecimiento de la Redención de Jesucristo, en el año 1531, sale a liberar a su pueblo como Yahvé lo había hecho con Israel: «¡He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído el clamor que le arrancan sus opresores y conozco sus angustias! Voy a bajar para liberarlo del poder de los egipcios» (Éx 3,7-8), ya no para entregarles la ley, sino el Evangelio de Jesucristo.

Continuando con la comparación entre el pueblo de Israel y el pueblo de México, «El mandato guadalupano de “hacer una casita”, evoca el oráculo mesiánico de la promesa divina, hecha a David, de “hacer para él una casa”, es decir, una descendencia de reyes, coherentes con su cometido de establecer la paz y la justicia; un pueblo sacerdotal, fiel a su misión de interceder por las necesidades ajenas. Para los pueblos mesoamericanos el templo era un signo elocuente de una nación, por tanto, la invitación a construir un templo evocaba la construcción de una nueva nación» (PGP, 9).