Por quién doblan las campanas

Areópago (XII/04/06/2020). 

Por Jesús De la Torre T., Pbro. 

     Se desprendieron del servicio al Pueblo de Dios, en la Diócesis de Torreón, en poco tiempo, tres presbíteros en este orden: Roberto Palacios, Rodolfo Reza, Rogelio Valles, cada uno con su estilo de ejercer el ministerio, pero todos necesarios. No todo mundo muere actualmente solo por la pandemia, pero el sentimiento desgarra a los humanos, y con un determinado acento cuando se trata de presbíteros al servicio del pueblo de Dios. Todos nos salvamos juntos, dice el Papa Francisco en su última encíclica Fratelli tutti, y esta es consideración cristiana y fraterna, también en círculos religiosos. 

     Dicen que en Inglaterra todos los templos quedaron abiertos en los tiempos de la pandemia, porque allá como aquí, muchas personas no están de acuerdo en que se cierren, pues son un servicio vital para los pueblos en tiempos de angustia, aunque se dicten algunas medidas de sanidad que se juzgan convenientes. Pero entre nosotros, al cerrarse los templos, enmudecieron, y no dejan de dar una sensación de toque de queda, ordenado por autoridades duras; sus campanas, que hasta en la guerra no han faltado, como lo proclama con una voz humanista el gran novelista, Ernest Hemingway en un pensamiento de sentida solidaridad cuando dice: «Ningún hombre es en sí una isla; todo hombre es un pedazo del Continente, una parte de tierra firme; si el mar llevara lejos un terrón, Europa perdería como si fuera un Promontorio, como si se llevara una Casa Solariega de tus amigos o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye, porque soy una parte de la Humanidad. Por eso, no quieras saber nunca por quién doblan las campanas; están doblando por ti…» (novela así llamada). 

     De los tres últimos presbíteros fallecidos, el P. Rodolfo Reza realizó la más larga trayectoria pastoral. Un acompañamiento al proceso histórico de la Diócesis de Torreón, desde antes de que ésta fuera constituida. Una larga presencia en el Seminario Diocesano de Torreón por su presencia en el seminario menor y mayor y en el Seminario Regional del Norte, donde trabajó por más de 15 años, tiempo en el que cursó en una universidad americana para obtener el título de licenciado en Psicología. Por el norte, embebió la espiritualidad del Prado. Vuelto a Torreón, trabajó en Concordia, en la Vicaría de Pastoral, de donde se tomó dos años para una jornada de espiritualidad. Luego en la Parroquia de San Pedro Apóstol en la Col. San Isidro, después otra vez en el Seminario como rector y luego párroco en el Inmaculado Corazón de María, en Torreón Jardín.