Querida Amazonia
Por: Mons. Luis Martín Barraza Beltrán
BUENA NUEVA.- El pasado 12 de febrero de 2020, fue promulgada la exhortación apostólica del Papa Francisco: Querida Amazonia. Los llamados a la conversión del documento conclusivo, se transformaron en «sueños»: social, cultural, ecológico y eclesial. Se trata de un pensar de la sociedad, la Iglesia y la ecología desde las periferias.
En cuanto al «sueño social», el Papa Francisco desea que se integre y promueva a todos sus habitantes, para que puedan consolidar un «buen vivir». El «buen vivir» tiene que ver con relaciones justas hacia Dios, el prójimo y la naturaleza y no simplemente con disfrutar la vida. Este sueño se ve obstaculizado por los «intereses colonizadores» de empresas madereras y mineras que «sedientas de rédito fácil se apropian de los territorios y llegan a privatizar hasta el agua potable, o por autoridades que se dejan corromper y que dan vía libre a dichas empresas,… promoviendo una cultura que envenena el Estado y sus instituciones, permeando todos los estamentos sociales, incluso las comunidades indígenas… como resultado se pierde la confianza en las instituciones y en sus representantes, lo cual desprestigia totalmente la política y las organizaciones sociales» (14.25).
La Iglesia misma no es ajena a las redes de corrupción, «a veces hasta el punto de aceptar guardar silencio a cambio de ayudas económicas para las obras eclesiales» (25). Por ello, el Papa Francisco invita a «prestar una especial atención a la procedencia de donaciones u otra clase de beneficios». También, vuelve a pedir perdón «por los misioneros que no siempre estuvieron del lado de los oprimidos, desde la conquista hasta hoy: “me avergüenzo y una vez más pido humildemente perdón, no solo por las ofensas de la propia Iglesia sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América”» (19).
Frente a esto, se debe promover un diálogo social que «privilegie la opción preferencial por la defensa de los pobres, marginados y excluidos y que los respete como protagonistas. Se trata de reconocer al otro y de valorarlo “como otro”, con su sensibilidad, sus opciones más íntimas, su manera de vivir y trabajar…» (27). Solo así se podrá evitar la colonización cultural y se ayudará, a la Amazonia y a cualquier grupo humano vulnerable, a sacar lo mejor de sí. Se trata de «cultivar sin desarraigar, hacer crecer sin debilitar la identidad, promover sin invadir» (28).
Esto nos acerca al «sueño cultural» del Papa Francisco: «una Amazonia que preserve esa riqueza cultural que la destaca, donde brilla de modos tan diversos la belleza humana» (7). Desde la defensa de la diversidad cultural de los pueblos de la Amazonia que, «en una síntesis vital con su entorno, desarrollan un modo propio de sabiduría» (32), cuestiona la visión consumista del ser humano, alentada por los engranajes de la actual economía globalizada, que tiende a homogeneizar las culturas y a debilitar la inmensa variedad cultural, que es un tesoro de la humanidad. Frente a este cultura dominante es necesario cuidar las raíces: «porque ellas son un punto de arraigo que nos permite desarrollarnos y responder a los nuevos desafíos» (33).
En lugar de pretender disolver las diferencias de los pueblo indígenas, arrancando sus raíces que les dan identidad, podríamos intentar aprender su sentido de trascendencia, su comunión y respeto por la naturaleza y su visión comunitaria de la vida.