Se cierra campaña de Cuota Diocesana

Por: Pbro. Francisco Javier Gómez Orozco

BUENA NUEVA.- Cada año en nuestra Diócesis, desde el fin de año y principio del siguiente se establece una campaña de apoyo económico para sostener las necesidades de la Iglesia en los aspectos más elementales de administración, evangelización, catequesis, salud, mantenimiento y otros asuntos necesarios para el fiel cumplimiento de la misión evangelizadoras de la Iglesia. 

Esta campaña originalmente llamada “Diezmo”, surge como mandamiento en la Iglesia católica, para todo fiel católico bautizado, como responsabilidad de sustentar económicamente las necesidades de la misma.
Este mandato tiene su origen en el reconocimiento que las creaturas hacen de su creador acerca de los bienes que Él reparte de su generosa y amorosa bondad para con todos. Una forma de agradecimiento al creador era ofrecer una parte de los bienes recibidos expresados con la ofrenda de diezmo. 

En la cultura del antiguo pueblo de Dios el diezmo era la obligación, fundamentada sobre todo religiosamente, de pagar una tasa, que en la mayoría de los casos se entregaba a personas vinculadas al culto. La Biblia no especifica el monto del diezmo, pero el término en sí denota que significaba la décima parte. Originalmente se aplicaba solo en ocasiones especiales (Gen. 14,20; 28, 22). 

La mayoría de las culturas sedentarizadas en oriente pagaban un tributo o impuesto al rey, que consistía en la décima parte de la cosecha anual de los frutos del campo o de sus ganados. Esto mismo aplicaba en materia religiosa entregando este recurso a los sacerdotes y levitas (Num.18, 21) y la justificación religiosa se remonta a la conciencia de que Yahave es el único dueño de la tierra prometida (Lev. 25,23) y se le reconoce como Señor al ofrecerle el diezmo como reconocimiento. Como contribución al sostenimiento de levitas y sacerdotes, tenía también relevancia social, especialmente cuando se repartía a los más pobres de la comunidad. (Dt. 14,28; 26,12-15) 

La costumbre de pagar voluntaria u obligatoriamente un tributo o un diezmo a las autoridades civiles o religiosas, se encuentra en muchos pueblos de la antigüedad; Mesopotamia, Arabia, Grecia, Roma, Egipto, Persia etc. la noción del diezmo está en la base religiosa del reconocimiento de que Dios es el Señor y dador de los bienes terrenos, por lo que hay que entregarle las primicias y lo más selecto de los frutos de la tierra. Dios les entregó una tierra que mana leche y miel (Dt. 26, 8-10). 

La práctica del diezmo fue incorporada a la legislación mosaica (Lv.27, 30) con el propósito de mantener a quienes no producían riqueza como la tribu de Leví que era la tribu sacerdotal y la parte de su tierra la trabajaba el resto de las tribus por lo que era de justicia pagar el diezmo del uso de la tierra de esta tribu. No era pues una dádiva sino un pago justo y de derecho.

La primera orden del pago del diezmo se refiere a los productos de la tierra y de las crías de ganado que debían dedicarse al Señor. Si alguien quería rescatar algo del diezmo por una razón especial, debía agregar la quinta parte del precio (Lev. 27,30-33). La segunda orden se refiere al diezmo que sebe entregarse a los levitas como remuneración por su trabajo en el templo, ya que fueron excluidos de la heredad de la tierra para el servicio del templo. Los levitas a su vez debían dedicar en ofrenda a Dios, el diezmo del diezmo para el uso de los 

sumos sacerdotes. (Num.18, 26-28) La tercera orden del diezmo es lo relacionado con la décima parte de todo lo que produce la tierra cada año, de frutos y ganados con especial atención a los levitas como banquete festivo que también incluía a los desheredados de la comunidad. 

El diezmo en el antiguo Israel era practicado por aquellos que poseían los medios de producción de aquella sociedad agrícola y pastoral. Las ofrendas del templo a su vez servían para el cuidado y mantenimiento del mismo, de sus ministros y de los pobres con quienes se compartía dichas ofrendas y diezmos. 

En el N. T. empieza a tomar forma con la destrucción del templo construido por Herodes. El templo era el centro de la vida social, cultual, religiosa y económica de Israel, su destrucción fue un duro golpe para el pueblo judío. Cristo vino a sustituir al templo antiguo; Los cristianos ahora se reúnen en torno a Jesús y a la escucha de su palabra. Sin embargo aún estaban vigentes las prácticas regulatorias sobre el diezmo de la legislación mosaica. Los evangelios mencionan el diezmo en tres ocasiones; referido a los fariseos que lo daban (Mt.23, 23; Lc. 11,42), citando el pasaje de Abraham y Melquisedec, con el botín de guerra (Heb.7, 5) En el N. T. no se menciona el diezmo como práctica cristiana, pero se habla de ayuda, colecta, apoyo, ofrendas y legados voluntarios (Hech. 5,1). Las comunidades cristianas se ayudaban mutuamente en tiempos de necesidad, no en base a una ley, sino al mismo sentimiento cristiano que les levaba a socorrer a los hermanos en situaciones difíciles. “nadie está obligado a dar por ley, sino por voluntad de ayuda, siguiendo el ejemplo de gracia del mismo Señor Jesucristo, que por amor a ustedes se hizo pobre, siendo rico” (2 Cor. 9, 10) 

Una vez establecidas las comunidades y presididas por ancianos (presbíteros) u obispos, se estableció la norma de recompensarles por su trabajo en la palabra y en la enseñanza, pues el obrero es digno de su salario (1 Ti. 5, 18). Durante los primeros siglos de la Iglesia no se practico el diezmo, las comunidades se sostenían por medio de limosnas y ofrendas voluntarias. 

La generosidad con Dios, por la vida, la salud, el trabajo y todos los demás dones, se expresa a través de la ofrenda, puesta no sin sacrificio, sobre el altar del Señor. Es por ello que en nuestras parroquias cada año se busca hacer consciencia de este importante compromiso de responsabilidad y de justicia con nuestra Iglesia y con aquellos que han dedicado su vida al servicio de ella y de sus miembros. El cambio de nombre de “diezmo” por “Cuota diocesana”, expresa que no se trata de un mandato u obligación legal de 10%, sino la voluntaria y generosa ofrenda a Dios por todo lo “mucho” que hemos recibido. Recordemos lo que san Pablo nos dice: Dios ama al que da con generosidad”, pensando que también hay más alegría en dar que en recibir, cuando lo que se da es de corazón y sinceramente. Que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha para que tu ofrenda sea reconocida y recompensada por Dios.

Siento que nuestra Iglesia, parroquias y capellanías, el obispo, los párrocos y sacerdotes estamos más que agradecidos con el grande esfuerzo realizado a pesar de la pandemia del COVID-19, lo que no impidió que se cumpliera, aunque no en su totalidad, esta campaña de ofrenda (la cual concluyó a mediados del presente mes) y reconocimiento a Dios por medio de su Iglesia. Gracias a todos los que movieron su corazón y sus recursos para este fin.