Secretaría de Educación Pública, en la familia

Por: Pbro. Jesús De la Torre

AREÓPAGO

BUENA NUEVA.- La epidemia mundial que afecta a la mayoría de los pueblos del mundo, entre las muchas estructuras nacionales que ataca no escapó la educativa, ya que al no ser aconsejable el uso de las aulas escolares, el Estado mexicano se decidió por utilizar la televisión y la radio privadas para trasmitir las clases, quehacer que ennoblece a los privados de televisión y radio, dando un aporte considerable al pueblo de México. Por las circunstancias y por pocos meses, la educación pública estará preferentemente bajo la responsabilidad de los padres de familia, los abuelos, los tutores. Asunto que, en una primera reflexión, no deja de ser muy relevante. 

Quizá para muchos padres de familia, niños y adolescentes comiencen a descubrir la importancia de la familia como escuela de valores humanos donde se aprende el buen uso de la libertad. La familia, como escuela de valores humanos, no estaba reconocida y, en algunos casos, por los imperativos de la sociedad de consumo, estaba anestesiada con relación a estas tareas irrenunciables. 

En su exhortación La alegría del amor en la familia (Amoris laetitia), el Papa Francisco nos trasmite esta sencilla aportación: «El encuentro educativo entre padres e hijos puede ser facilitado o perjudicado por la tecnología de la comunicación y la distracción, cada vez más sofisticados. Cuando son bien utilizados pueden ser útiles para conectar a la familia a pesar de la distancia. Los contactos pueden ser útiles y ayudar a resolver dificultades. Pero debe quedar claro que no sustituyen ni remplazan la necesidad del diálogo más personal y  profundo que requiere el contacto físico, o al menos la voz de la otra persona. 

Sabemos que a veces estos recursos  alejan en lugar de acercar, como cuando en las horas de comida cada uno está centrado en su teléfono móvil, o como cuando uno de los cónyuges se queda dormido esperando al otro, que pasa horas con algún dispositivo electrónico. En la familia también esto debe ser motivo de diálogo y de acuerdos, que permita dar prioridad al encuentro de sus miembros, sin caer en prohibicionismos irracionales. De cualquier modo, no se pueden ignorar los riesgos de las nuevas formas de comunicación para los niños y los adolescentes, que a veces los convierten en abúlicos, desconectados del mundo real. Este «autismo tecnológico los expone más fácilmente a los mensajes de quienes buscan entrar en su intimidad con intereses egoístas» (AL, 278).