Por Mons. Luis Martín Barraza Beltrán
Considerando que en 1968, por primera vez, la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos se celebró con textos elaborados en colaboración entre la Comisión Fe y Constitución (Consejo Mundial de las Iglesias) y el Secretariado para la Unidad de los Cristianos (Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos), este año estaríamos celebrando la 52ª Semana de Oración por la Unidad.
Esto es fruto de muchas iniciativas previas suscitadas por el Espíritu Santo en diversas comunidades cristianas. Un movimiento pentecostal de Escocia incluía oraciones por todas las Iglesias y con todas ellas, desde 1740. Los obispos anglicanos hicieron hincapié en la oración por la unidad en una de sus Conferencias, en 1867. El Papa León XIII animaba a la práctica de un Octavario de Oración por la Unidad durante el tiempo de Pentecostés, en 1894.
El primer Octavario por la Unidad de la Iglesia se llevó a cabo en 1908, por el Rev. Paul Wattson, de tal manera que en el año 2008 se celebró el centenario de aquel comienzo.
Como podemos ver, se trata de una iniciativa que comenzó fuera de la Iglesia católica, pero que con el tiempo, ésta la fue asumiendo como signo de fidelidad al Evangelio. El ecumenismo poco a poco fue tomando el lugar que le corresponde, al interior de la Iglesia católica, hasta que el decreto Unitatis Redintegratio declaró: «Promover la reconstrucción de la unidad entre todos los cristianos es uno de los propósitos principales del sagrado Sínodo Ecuménico II». También nos dice que la oración es el alma del movimiento ecuménico y anima a la práctica de la Semana de Oración.
Con este decreto, la Iglesia católica abrió un cauce oficial a la participación de sus miembros en el movimiento ecuménico, que desde principios de nuestro siglo se había propuesto como meta la restauración de la unidad de la Iglesia. De esta forma la Iglesia católica dio prueba de que era habitada por el Espíritu de Cristo, que «quiere que todos los humanos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (Ef 3,6). En la causa ecuménica se juega la Iglesia su autenticidad como sacramento de comunión de los hombres con Dios y de los hombres entre sí.
Desde 1975 se celebra la Semana de Oración a partir de textos preparados sobre la base de un proyecto propuesto por un grupo ecuménico local, que en aquella ocasión correspondió a Australia.
Para este año, ha preparado el material para esta Semana de Oración por la Unidad la Comunidad Monástica de Grandchamp. En la década de 1930, varias mujeres reformadas de la Suiza que habla francés, redescubrieron la importancia del silencio para la escucha de la Palabra de Dios. Las primeras hermanas experimentaron el dolor de la división entre las Iglesias cristianas. En esta lucha, la amistad con el abad Paul Counturier, pionero de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, fue un gran estímulo.
El tema propuesto para esta ocasión es del texto de Juan: «Permanezcan en mi amor y darán fruto en abundancia» (15,5-9). Se nos invita a participar del amor de Cristo para integrar la vida personal y comunitaria, para poder dar los frutos de la Comunión. Solo quien está reconciliado consigo mismo y su comunidad podrá entrar en diálogo con quien es diferente a él, antes que sentirlo como una amenaza.