Sigue ¿la aburrición? ¿El COVID-19?
AREÓPAGO
Por Jesús De la Torre T., Pbro.
Para los creyentes en Cristo que se sirven de ceremonias para honrarlo, una vez terminado el ciclo de Navidad, según la liturgia católica, al comenzar lo que es el año litúrgico sigue lo que se llama «Tiempo Ordinario», que en deficiente formación litúrgica suena como tiempo de aburrición, que se puede llenar con pláticas sobre el COVID-19, ayudados por la eficaz televisión, radio y prensa que en exceso nos hablan del uso del tapabocas hasta para dormir con él y en los templos, en general vacíos, en la lógica de la tendencia de los tiempos actuales de que se acuda lo menos a tales lugares, donde es posible pensar sobre el sentido de la fe, la vida, el sentido cristiano del dolor. Si se guardan las medidas sanitarias, ¿por qué no verlos como lugares de servicios esenciales?
Debiéramos proporcionarnos tiempos de calma mentales, espirituales, psicológicos, para pensar en temas sesudos como lo esencial de la espiritualidad cristiana, que algunos la confunden con rezos, con vestimentas, distintivos o vivir alarmados por el COVID-19, enfermedad de verdad dañina pero que humanamente tenemos una serie de recursos humanos para vencerla, y no llegar hasta darle respiración de boca a boca –como así ha sucedido más de una vez– al enfermo que le está faltando aire. A resultas de esto, los dos se van al crematorio.
Tenemos tiempo para pensar en temas sesudos como: ¿Qué es la espiritualidad cristiana? Importante no confundirla con el apocamiento humano, ni con los rezos y novenas, que no son malos pues pueden ser palancas para dar un paso hacia la madurez cristiana. El maestro en espiritualidad cristiana, Segundo Galilea, nos enseña que «ser discípulo de Jesús es seguirlo, y que en eso consiste la vida cristiana. Jesús exigió fundamentalmente el seguimiento, y todo nuestro cristianismo se construye sobre nuestra respuesta a esta llamada». Y nos recuerda las muchas invitaciones de Cristo a Pedro, para que le siga (Mt 18-22 y más).
Jesús nos exige seguirlo, no con una espiritualidad de la cruz, de la oración, de la pobreza, del compromiso. Lo directo es seguirlo por amor, «Por eso hablar del seguimiento de Cristo es hablar de conversión, de “venderlo todo”, en la expresión evangélica, con tal de adquirir esa perla y ese tesoro escondido que constituye el seguir a Jesús (Mt 13,44-46). Puntualizado esto, el enfoque por la identidad cristiana está desde el mundo. ¿De acuerdo?