Sínodo de la Amazonia

Por: Mons. Luis Martín Barraza Beltrán

BUENA NUEVA.- El 19 de enero del 2018, el Papa Francisco, en su visita a la Amazonia,  convocó a iniciar un camino sinodal para buscar nuevos caminos para la Iglesia y una ecología integral. El Sínodo se llevó a cabo en Roma en un encuentro fraterno de 21 días en el mes de octubre del 2019. Reflexionando sobre la situación en esta región del mundo, la Iglesia encontró luces para su ser y quehacer evangelizador en cualquier parte en donde se encuentre. Además sirvió de plataforma para hacer resonar ideas claves ya expuestas en el documento Laudato Si’ y en otros discursos sobre el cuidado de la casa común. Así es de que tiene que ver con todos los que pertenecemos a la Iglesia y al planeta tierra. La Amazonia está muy cerca de nosotros.

Los participantes coincidieron en la dramática situación de destrucción que afecta a la Amazonia. La selva amazónica, decían, es un «corazón biológico» para la tierra cada vez más amenazada, que se encuentra en una carrera hacia la muerte. Se decía, que está comprobado científicamente que la desaparición del bioma Amazónico tendrá un impacto catastrófico para el conjunto del planeta.

Después del tiempo de escucha del clamor y del grito de los pobres y de los pueblos de la Amazonia, se pasó a dejarse interpelar por la llamada a una verdadera conversión integral, con una vida simple y sobria, todo ello alimentado por una espiritualidad mística al estilo de san Francisco de Asís, ejemplo de conversión integral vivida con alegría y gozo cristiano (LS 10-12). Una lectura orante de la Palabra de Dios ayudará a profundizar y descubrir los gemidos del Espíritu y nos animará en el compromiso por el cuidado de la «casa común».

Una conversión personal y comunitaria que nos compromete a relacionarnos armónicamente con la obra creadora de Dios, que es la «casa común», una conversión que promueva la creación de estructuras en armonía con el cuidado de la creación y una conversión pastoral basada en la sinodalidad, que reconozca la interacción de todo lo creado. Conversión que nos lleva a ser una Iglesia en salida que entre en el corazón de todos los pueblos.

Así, la única conversión al Evangelio vivo, que es Jesucristo, se podrá desplegar en dimensiones interconectadas para motivar la salida a las periferias existenciales, sociales y geográficas de la Amazonia y del mundo. Estas dimensiones son: la pastoral, la cultural, la ecológica y la sinodal.

Como podemos ver, estamos implicados todos y toda la vida de la Iglesia. No se puede reducir el Sínodo Amazónico a las anécdotas periodísticas sobre los temas polémicos: ¿sacerdotes casados?, ¿diaconisas?, ¿la pachamama? Temas que acapararon la atención, pero que no son lo más importantes frente a los planteamientos profundos y graves que se hicieron.

Por ejemplo, hablando de la conversión ecológica, se decía que «Dios nos ha dado la tierra como don y como tarea, para cuidarla y para responder por ella; nosotros no somos sus dueños. La ecología integral tiene su fundamento en el hecho de que «todo está conectado» (LS 16). Por ello ecología y justicia social están íntegramente unidos (LS 137). Con la ecología integral emerge un nuevo paradigma de justicia, ya que «un verdadero planeta ecológico se convierte siempre en un planeta social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres» (LS 49).