Solemnidad de Todos los Santos (Mt 5,1-12).

«Alégrense y regocíjense, porque su recompensa será grande…»
Por. Pbro. Aurelio González
BUENA NUEVA.- En este domingo, al coincidir con la Solemnidad de Todos los Santos, la Iglesia nos propone como alimento el texto de las bienaventuranzas, en el cual Jesús nos ofrece el camino de la verdadera santidad. Tratar de comprender las bienaventuranzas es como acercarse a un pozo de agua que mana sin escasearse y que por momentos se convierte en un torrente que desborda a quienes se acercan buscando beber de él. Los teólogos han dicho que quienes comprenden las bienaventuranzas comprenden todo el Evangelio, y esto lleva a concluir que quien vive las bienaventuranzas vive todo el Evangelio. Me parece oportuno mencionar cuatro elementos que pueden servir como clave de lectura en nuestro acercamiento a la Palabra de Dios.
Primero, es importante notar los dos sectores de personas que en torno a Jesús aparecen mencionados al principio de la narración: la muchedumbre y los discípulos. El autor del Evangelio de Mateo busca dejar claro que la propuesta de Jesús no es una imposición para todos, sino que es una propuesta, una alternativa, en la cual está implicada la decisión consciente y libre de quienes, siendo parte de esa multitud, han escuchado y acogido en su corazón el llamado a ser sus discípulos.
Un segundo elemento importante a observar es el acercamiento de los discípulos a Jesús, lo cual implica ponerse en camino; esto nos lleva a comprender que la vida del discípulo es una experiencia de nómadas. La espiritualidad de las bienaventuranzas exige ponerse en camino, pues hay que salir de sí mismos; el que decide quedarse en sus espacios de comodidad y de seguridad no sirve para ser discípulo de Jesús.
En el mismo Jesús contemplamos un tercer elemento que es importante observar: subió a la montaña. El texto del Evangelio nos permite ver que Él es el primero en ponerse en camino, y desde su propia experiencia nos advierte que ese camino no es un terreno parejo, es de subida, lo cual en ocasiones resulta complejo y fatigoso. Las bienaventuranzas son una propuesta de felicidad humana y de realización cristiana, pero distinta al modo de vida que ordinariamente nos ofrece el mundo, de tal forma que el discípulo requiere carácter y coraje para en muchas cosas caminar contracorriente. Cada una de las bienaventuranzas en su enunciado nos proponen actitudes y comportamientos que contradicen a lo que humanamente pensaríamos que es lo mejor; por ejemplo, la primera dice: «bienaventurados los pobres de espíritu», lo cual en la mentalidad de Mateo corresponde a resaltar el valor de quienes, teniendo oportunidades de amasar riqueza, deciden, inspirados en la persona de Jesús, ser pobres y vivir como pobres; esto ciertamente contradice el espíritu del mundo, el cual nos hace sentir que la felicidad y la realización de un ser humano se encuentran en consumir más cosas y en acumular mayor riqueza.
El cuarto elemento es makarioi, expresión exclamativa griega, que en español se traduce como «bienaventurados» o «felices»; es un grito en boca de Jesús que busca contagiar en sus discípulos una alegría y regocijo desbordante.
Maestro de la montaña, despierta en nuestros corazones el gozo de ser tus discípulos; que tengamos el coraje de caminar tras de ti en la espiritualidad de las bienaventuranzas.