Trabajadores de la salud, primera fila en la lucha contra el COVID-19

Por: Pbro. Juan Carlos Espinoza Gutiérrez

BUENA NUEVA.- Hoy me dirijo a ustedes, trabajadores de la salud: desde directores de los hospitales, doctores, enfermeros, cocineros, camilleros, afanadores y todos aquellos que de alguna manera están involucrados con el cuidado y la atención a pacientes de cualquier enfermedad y en este tiempo afectados por el COVID-19 y a todas sus familias que desde sus casas son apoyo para cada uno de ustedes.

En primer lugar, quiero pedirles perdón por tantas agresiones directas e indirectas que han sufrido en sus personas así como por la falta de respeto a su investidura, y ofrecerles todo nuestro respeto apoyo y reconocimiento a su trabajo que desde su propia trinchera realizan a favor de la sociedad.

Segundo, quiero ofrecerles nuestro apoyo espiritual en cada una de las Eucaristías y las oraciones que cada uno podamos ofrecer desde nuestros hogares, para que Dios sea su fortaleza y los sostenga en esta labor que realizan a favor de la salud.

Tercero, oramos también por sus familias, recordando que ustedes son humanos y pertenecen a una, para que también sean fortalecidos con la presencia de Dios en cada una de ellas.

Para todo cristiano que quiera vivir seriamente su fe, ha sido difícil hacerlo en algún momento de su vida. ¿Quién no ha sentido el fracaso? ¿Quién no ha tenido la tentación de dejarlo todo y de buscar otros caminos? Son muchas las razones que nos han podido llevar a querer abandonar, a dejar el camino que estamos andando, para buscarnos un lugar más cómodo y menos comprometido para vivir. Cuando parece que todos nuestros esfuerzos no sirven de nada, y sin embargo debemos seguir trabajando por nuestro bien y el de los demás, esta es también una experiencia común, de algún modo en el camino de la vida nos hemos encontrado con el Señor, hemos sentido que nuestro corazón se llena de su presencia, y más por el amor que llegamos a sentir de unos por otros con su Palabra y le hemos terminado reconociendo en nuestros prójimos. Y hemos vuelto al ánimo a la vida, cayendo en la cuenta de que vale la pena. 

Cuántas  veces  hemos experimentado el desamor, el egoísmo, incluso la traición, y totalmente abatidos hemos pensado que lo mejor era abandonar, retirarnos, dejarlo todo. Nos hemos dicho: «¡Que luchen los otros, yo ya he tenido bastante!». Puede ser esta la actitud de ustedes, trabajadores de la salud, al ver cómo la sociedad llega a caer en actitudes de desinterés y falta de cuidado y amor a sí misma; desinterés y hasta egoísmo. Pero también podemos contar cómo en ese mismo camino del abandono, del dejarlo todo, nos hemos encontrado, y de verdad les invito a que se sientan fortalecidos por la oración de muchos que de este lado elevamos por ustedes y sus familias, que sea la fuerza que los  invite a empezar de nuevo y caer en la cuenta de que vale la pena y volver a la vida creyendo que, con la ayuda del Señor, todo es posible.     

Termino esta reflexión dándoles las gracias, hombres y mujeres de blanco y azul, nuestros ángeles en la salud, imploro a Dios su bendición, protección y fortaleza para que sigan trabajando en bien de nuestra sociedad. Quiero ser eco de unas palabras que hace días me dirijió un enfermero:

«Padre, por favor dígale a la gente que se cuide por su bien, por el nuestro y el de nuestras familias: quédense en casa».