Sobre el Monte Carmelo  

Por: Pbro. Javier Gómez Orozco

CODIPACS.- Hablar de monte, (heb. “har”) montaña o colina, es hablar de un espacio geográfico elevado sobre la superficie de tránsito ordinario de personas en un territorio determinado. Estas formaciones geológicas establecidas de manera accidental, dieron la oportunidad a innumerables pueblos para descubrir en ellas formas espirituales de comunicación con los espíritus celestes y con la divinidad. 

El pueblo hebreo después de la liberación de Egipto, recibió en el monte Sinaí, el decálogo de leyes y preceptos para que los cumpliera según el designio divino y se realizará el deseo mutuo de alianza. El monte en lenguaje bíblico significa, entonces, lugar de encuentro con Dios, espacio especial de comunicación con la divinidad. 

En adelante las montañas o montes significarán un espacio apropiado y sensible de encuentro con Dios. Uno de estos montes de Israel, se ubica en la cordillera o cadena oeste que termina en el monte Carmelo, en Hebreo “Karmel” que significa campo fructuoso y se ubica al final de la misma cordillera frente al Mediterráneo.

De este lugar partían innumerables caravanas comerciales hacia el oriente por un tránsito llamado “Stela maris” o camino del mar hacia la zona de Galilea, Samaria y hasta el otro lado del mar de Galilea. La cima del monte Carmelo se considera desde la antigüedad como lugar sagrado puesto que había contado con un santuario donde se desató la disputa contra 450 sacerdotes de Baal, por parte del profeta Elías (I Re. 18, 20).

Los montes en la cultura bíblica antigua han gozado de diferentes simbolismos; lugar de encuentro con Dios, la eternidad, la estabilidad, las dificultades, la trascendencia etc.,  es por ello que en estos lugares se registran acontecimientos sorprendentes, milagrosos, sobrenaturales, así como alianzas y convenios con la divinidad.

Es precisamente en el monte Carmelo donde, según la tradición, aconteció el milagro de la aparición de la Virgen María con el Niño en los brazos, sobre una nube en el cielo. Esto fue presenciado por un grupo de varones devotos que durante la celebración de pentecostés, investigaban la vida de los profetas; Elías y Eliseo. No eran bautizados ni creyentes católicos; pero el milagro los convirtió, se bautizaron y en ese lugar se estableció un templo en honor a nuestra Señora y también una comunidad de hermanos que dedicaron el título a Nuestra Señora del Monte Carmelo, más conocidos como “Carmelitas”.

Con el tiempo y los avances del Islam en medio oriente y la creciente invasión de los musulmanes en los lugares santos y las continuas persecuciones de los cristianos; el culto a Nuestra Señora del Carmen pasó a Europa en el S. XIII, resguardado por la misma congregación religiosa. El Papa Inocencio IV, aprobó la orden en 1245.

El 16 de Julio de 1251; la Virgen se le apareció al “Prior” de los carmelitas “San Simón Stock”, a quien le encargó la renovación espiritual de la congregación y le entregó el hábito, del cual se hizo una simplificación por medio de un escapulario, prometiéndole que quienes lo llevaran puesto y observaran algunas prácticas cultuales, recibirían el cielo. El mismo Papa Inocencio IV, bendijo el hábito y le otorgó varios privilegios no solo para los religiosos sino para todo aquel que poniéndose en oración bajo su protección y observando las condiciones impuestas para el uso del escapulario, serían librados de las penas del purgatorio. 

Casi un siglo después de que la Virgen se apareciera a San Simón, la Virgen se manifestó al Papa Juan XXII (1316 – 1334), prometiéndole otros favores a quien portara el escapulario dignamente.

Estas son las revelaciones básicas de la devoción de la Virgen del Monte Carmelo y las promesas de salvación para los devotos que se acojan a ella y cumplan con las condiciones propuestas por la virgen. San Simón Stock, (+ 1265) fue religioso Inglés carmelita, al parecer sexto prior general de la orden. Se dice de él que suplicaba todos los días a la Santísima Virgen del Carmen que le diera una señal de su protección y amor a la congregación. Lo hacía según su espiritualidad con las siguientes palabras, desde el fondo de su corazón, que se convirtieron en oración:

“Flor del Carmelo Viña floridal esplendor del cielo; Virgen fecunda y singular; oh Madre dulce de varón no conocida; a los Carmelitas, proteja tu nombre, estrella del mar. 

Como escribió el papa Pio XII, en 1851 en una carta apostólica a los carmelitas en el VII centenario de la visión de San Simón Stock. El papa espera que el escapulario sea para la congregación, un signo de su consagración al Sacratísimo Corazón de la Inmaculada Virgen. Así que quien lo porta es signo de su consagración a María.

La Diócesis de Torreón fue consagrada desde su origen como Catedral, al corazón inmaculado de María en la advocación de Nuestra Señora del Monte Carmelo y fue la congregación de los Carmelitas los primeros que sirvieron y construyeron el templo que en el futuro sería la parroquia y luego la catedral del Carmen.

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