Padre, más hijo, más hermano; igual… familia feliz

Ex. 32, 7-11. 13-14; Salmo 50; Tim. 1, 12-17; Lc. 15, 1-32

Por: Pbro. Javier Gómez Orozco.

CODIPACS.- El tema central de reflexión para este domingo es la “misericordia” (Heb. “jesed”) es una característica que se dice de Dios y de las personas y que significa amor, bondad y que va acompañada de otras virtudes como la generosidad, la justicia, la verdad, la fidelidad y la compasión.

Así nos encontramos con que en la primera lectura del éxodo; la reacción de Dios ante la idolatría del pueblo, frente al “becerro de oro” hizo que se encendiera su “ira” al punto de querer destruir al pueblo pecador que había sacado de Egipto.

La intercesión de Moisés ante Dios, aplaca la ira divina, renunciando al castigo con el que les había amenazado. Pero a diferencia de Dios, Moisés si se enojó con el Pueblo destruyendo las tablas de la ley y acusando Arón de complicidad con la idolatría. (Ex. 32,19)

En las culturas del antiguo Oriente, como Fenicia, Asiria o en Egipto, donde el pueblo hebreo estuvo por mucho tiempo, era común representar a los dioses con figuras de animales para simbolizar el dominio de las fuerzas de la naturaleza. Por ejemplo, el buey, en Egipto “Apis” era la fuerza física y la fertilidad y se veneraba en Menfis; o el toro “Mnevis” en Heliopolis. Algunos estudiosos de la biblia sugieren que el becerro de oro representaba a “El” o “Baal” del panteón ugarítico o del Dios lunar “Sin” de Mesopotamia.

Aun cuando otros especialistas hacen referencia, defendiendo a Arón de la acción idolátrica; aludiendo a costumbres antiguas de poner pedestales a los dioses para mostrar su poder por encima del ser humano; la interpretación bíblica tradicional ve en esta acción un gesto de desplazamiento de Dios poniendo la figura del becerro de oro, en su lugar.

La intercesión de Moisés lleva la intención de resaltar la “ira de Dios”, ante un pecado abominable a los ojos de Yahvé y mostrar por otro lado las características del verdadero Dios de Israel, como la misericordia y la compasión.

El “jesed” (sustantivo masculino) indica los sentimientos profundos de la relación de dos personas unidas por un vínculo auténtico y constante, por lo que conlleva otros sentimientos como el amor, la fidelidad y la misericordia que a su vez exige entre ambas partes reciprocidad con derechos y obligaciones.

Dios quiere la fidelidad de su pueblo, su amor y reconocimiento como parte integral y sustancial de la vida de ellos con El.

La idolatría está prohibida para el pueblo creyente; tanto del A.T. como del N.T. El inicio lo encontramos en el mandamiento primero de la ley antigua: “No tendrás ni adorarás otros dioses, adorarás al Señor tu Dios con todo tu corazón…” La escritura recuerda siempre el rechazo de los ídolos de oro y plata, obra de las manos de los hombres; que tienen boca paro no hablan, oídos pero no oyen, ojos pero no ven; son ídolos vanos que hacen vano a quien les da culto. (Sal. 115, 4-8; C.I.C. 2112).

El culto al dios del dinero del poder o del placer son formas claras de idolatría que nos apartan del verdadero Dios por quien se vive. No se puede servir a Dios y al dinero, al poder o al placer. (Mt.6, 24). La idolatría es una tentación constante de la fe que consiste en divinizar lo que no es Dios.

San Pablo en su carta a Timoteo, le comparte su experiencia de infidelidad y persecución contra la iglesia por su incredulidad e ignorancia, pero la gran misericordia que Dios le tuvo se derramó por medio de Jesucristo a quien agradece la confianza de ponerlo a su servicio.

Aunque la carta está dirigida a una persona en particular (Timoteo), la intención del remitente va hacia los dirigentes de la comunidad con la intención de mejorar su liderazgo y servicio a la misma. La carta bien puede considerarse como un manual práctico y pastoral que contiene consejos y normas para la vida de la comunidad.

Los versículos que hoy nos presenta la liturgia son una acción de gracias, para auto presentarse y manifestar su experiencia de fe, con la intención de que los destinatarios se adhieran a dicha experiencia y reconozcan que Pablo siendo antes blasfemo y pecador recibió de Dios la misericordia y por medio de Jesucristo, el llamado a ser ejemplo para los que habrían de creer en Cristo y ser salvados por El.

El reconocimiento de la misericordia divina es coronado por Pablo con una doxología (Gr. doxa = fama, reconocimiento y logos = palabra; Es una fórmula que se utiliza para alabar a Dios y ensalzar o enaltecer su nombre) Por ejemplo: Gloria al padre al hijo…. O Por cristo, con El y en El…Honor y gloria por los siglos de los siglos Amén.

Así Pablo termina su acción de gracias por la misericordia que Dios derramó en él y hacerlo pasar del pecado a la gracia de la infidelidad a la fidelidad y del hacer el mal a hacer el bien.

Un ejemplo más de la misericordia de Dios la encontramos en las tres parábolas que Lucas nos presenta llamadas las parábolas de la misericordia: La oveja perdida, la moneda perdida y el hijo perdido.

El tema central de estas parábolas es mostrar el perdón de Dios a los pecadores. El marco que antecede a las parábolas es la crítica de los “escribas y fariseos” en contra de Jesús porque recibía a los pecadores y comía con ellos.

Los escribas (Heb. Sopher = el que escribe, hombre de letras) eran los maestros de la ley judía que por tener acceso a la información escrita, gozaban de gran prestigio e influencia, gracias a este privilegio al que pocos tenían acceso.

Después de los años de estudio establecidos y luego de su consagración como escriba; tenía permiso para intervenir en cuestiones doctrinales, participar como juez en procesos penales y dictar sentencias en procesos civiles; podían por el ejercicio de su magisterio, abrir una escuela.

La mayoría de los escribas se adhirieron a los fariseos (Heb. “parusim = Separados) que eran observantes estrictos de la ley y de su cumplimiento al pie de la letra, de ahí el nombre, que los separaba de la multitud, de los publicanos y pecadores a los cuales consideraban irreligiosos, analfabetas e inmorales.

Tan solo el hecho de hablar con un pecador era motivo de pecado de impureza, mucho más si se convivía con ellos en un banquete. De ahí la crítica hacia Jesús, porque los recibía y además comía con ellos.

En tiempos de Jesús los fariseos no eran bien vistos por el pueblo en general; eran conocidos como hombres de doble moral; “hipócritas y sepulcros blanqueados” fueron títulos que Jesús les acomodó por su doble discurso y su legalismo farisaico.

Las dos primeras parábolas del capítulo 15 muestran la preocupación de Dios por los pecadores representados en la oveja y la moneda perdidas y el regocijo y alegría por encontrarlas o regresarlas a la gracia de Dios.

La tercera parábola de Jesús es más extensa y presenta características interesantes para reflexionar más explícitamente en la figura de un hijo perdido y luego encontrado.

Esta parábola conocida como “El hijo pródigo” nos invita a poner la atención en los personajes que intervienen en ella, sus características y comportamiento asimismo el mensaje que con ello nos trasmite.

Un padre tenía dos hijos: el menor de ellos pidió la parte de su herencia. Un padre podía heredar en vida los bienes en vida a sus descendientes. Según la ley de Moisés; los bienes de un padre se repartían a su muerte, o en vida, entre sus hijos de la siguiente manera: El primogénito recibía el doble de los demás hermanos, (dos tercios, Dt. 21,17) si no había hermanos entonces se repartía igual entre hijas (Num.27, 8) a falta de ellas a los hermanos y familiares del padre.

El padre repartió los bienes. Al hijo menor le tocaría en hacienda un tercio y al mayor doble.

El hijo menor se fue con su herencia y la malgastó al tope. Hasta pasar grave necesidad, al grado de realizar un trabajo vergonzoso para un judío, como lo era cuidar cerdos porque era un animal impuro según su ritual religioso.

Al tocar fondo, empieza a recapacitar y ensaya un discurso para reconciliarse con su padre, discurso que el padre no le dejará terminar, sino que al reconocerlo lo recibe con amor y generosidad, organizándole una fiesta de bienvenida.

El extremo de la parábola se presenta con el hijo mayor; prototipo de rectitud, disciplina y cumplimiento de las reglas de la familia y las leyes de la comunidad, que ve con malos ojos la alegre acogida que el padre le brinda a “ese hijo tuyo” pecador que malgastó e hizo mal uso de la hacienda. Por él sabemos que lo hizo con prostitutas.

El padre es un dechado de amor diciéndole “hijo” tu “hermano” estaba perdido y lo hemos encontrado por eso es la fiesta; alégrate conmigo porque encontré a tu hermano. Como en las anteriores parábolas.

Como conclusión; en la parábola vemos tres personajes con un papel diferente: Un padre misericordioso, generoso, y amoroso que recibe y perdona al hijo impetuoso, irreflexivo y equivocado y al hermano mayor con una actitud egoísta e interesada, calculadora y fría en contra de su hermano.

Por otro lado está Jesús hablando con pecadores y publicanos y con los hermanos mayores, jueces y carceleros de los menores. No deja de llamar la atención que el Padre de la parábola nunca deja de llamar al extraviado “hijo”, tanto al mayor como al menor.

Jesús muestra el corazón del padre recibiendo a los hermanos menores y a los mayores, a condición de que descubran la necesidad de retornar al padre. Vivimos ahora tiempos en el que aparece la tentación de parecernos al hermano mayor, criticando las faltas de los hermanos menores y rechazándoles por sus yerros o pecados; con el deseo de tenerlos lejos de casa y ufanándose del cumplimiento de sus deberes y exigiendo justa paga por ello.

Con actitudes así es difícil construir una comunidad fraterna, donde la reconciliación y el perdón adquieren carta de ciudadanía en las relaciones interpersonales dentro de la Iglesia.

Jesús nos invita ahora a tener los sentimientos del Padre: Misericordia, amor, perdón, generosidad; porque ese es el rostro de Dios y nosotros somos su imagen y semejanza y deberíamos presentar ese rostro a nuestros hermanos. Con estas actitudes sí es posible hacer comunidad y vivir como una familia feliz.

El padre Javier Gómez, es párroco de la Parroquia San Juan de los Lagos en Torreón.

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