El agradecimiento es parte de la fe

Por: Pbro. Javier Gómez Orozco

CODIPACS.- Si el domingo pasado hablamos del valor y la importancia de la “fe” (emunah) en la vida del creyente y las maravillas que se puede hacer teniéndola como tesoro; ahora, la palabra de Dios nos enseña que una de las manifestaciones de la misma es el “agradecimiento” por los dones recibidos de Él mismo.

La gratitud aparece ahora en la persona de Naamán, general del ejército de Aram en Siria. Que padece una enfermedad de la piel. Muy probablemente un tipo de psoriasis (inflamación crónica de la piel, hereditaria que tiende a aparecer en periodos de estrés).

El general se entera que en Samaria había un profeta que lo podía curar. Como goza del favor del rey, éste lo envía al rey de Israel con cartas y regalos para que lo curen. Este gesto representa las relaciones diplomáticas entre los reyes de las naciones. En este caso para solicitar el favor del rey de Israel, para un apreciado general. La narrativa presenta agudamente la desconfianza del rey de Israel que piensa que el rey de Siria busca un pretexto para atacarlo y hacerle guerra.

El profeta Eliseo entra en la escena, recibiendo al general y enviándolo a lavarse siete veces en el Jordán. Naamán expresa sus sentimientos de desilusión; esperaba algo distinto; no hubo ni magia, ni grandeza extraordinaria. En su intento de regresar, molesto, a su tierra, es convencido por sus servidores de que obedezca al profeta, nada se pierde con intentarlo y así lo hace, recibiendo el don de la salud deseada.

Retorna Naamán con el profeta para agradecerle con regalos, los cuales son rechazados por Eliseo. Pero el gesto del convertido general, es el reconocimiento de que el Dios de Israel es único y a Él solo ofrecerá sacrificios en adelante. Por ello pide tierra de Israel, para construir un altar en Aram y ahí mostrar su reconocimiento y agradecimiento a YHVH, único Dios.

Imaginemos por un momento a un hombre, comentando a sus amigos, que se perdió en el desierto y desesperadamente, sin agua y sin alimento, empieza a sentir el temor de la muerte y clama a Dios pidiendo ayuda. Los amigos le dicen: ¿Y Dios escuchó tu oración, puntualmente? A lo que él respondió ¡No!… pero gracias a Dios, apareció un explorador del lugar que me llevó sano y salvo a mi destino.

Dios tiene un modo especial de responder a las necesidades de sus hijos y de hacerse presente en los momentos más difíciles de su vida, para mostrar su misericordia, su protección y su amor por los que ha llamado a ser parte de su proyecto de salvación.

En este relato podemos encontrar algunos signos que nos pueden ayudar a valorar el don de la fe que hemos recibido en el bautismo. Naamán era un extranjero importante y bien posicionado, estaba enfermo y deseaba sanar por lo cual pone todos sus recursos tanto personales como políticos para lograrlo.

Las aguas del Jordán nos recuerdan el bautismo del profeta Juan, para el arrepentimiento y el perdón de los pecados; es un don para todos, judíos y no judíos, creyentes y no creyentes como Naamán, el sirio, un extranjero.

Para los cristianos, la salud, la salvación y la nueva vida vienen por el bautismo que Jesús nos dejó; con el Espíritu Santo y su fuego. Por ello todo bautizado, por el agua y el Espíritu Santo, está llamado a trasmitir el mensaje de Jesús y su evangelio a costa del sufrimiento como San Pablo le anunció a su amigo y sucesor Timoteo. Ahora le dice que las cadenas y la esclavitud no alcanzan al evangelio por lo que hay que decirlo y gritarlo porque es la verdad. Hay que mantenerse fieles y decidir la vida con la suerte de Cristo: vivir y morir con Cristo para resucitar con El, porque en Él está nuestro futuro.

Así lo hace saber a Timoteo; Jesús, descendiente del rey David, resucitó de entre los muertos de acuerdo con el evangelio que Pablo predica y que por causa del evangelio padece de cárcel y cadenas como un criminal.

Pero dicho sufrimiento es consecuencia de su vocación y misión como apóstol y maestro; por lo mismo dice que su enseñanza es digna de crédito y confianza (pistos ho logos =dicho fidedigno)

Es posible que estos “dichos” formaran parte de una colección de máximas usadas en la catequesis del cristianismo primitivo y que en su uso litúrgico algunas de estas, tuvieran música para las celebraciones.

Decimos que la vida es un don, regalo, obsequio de Dios, que no ha sido pedido, por ello se llama don o regalo de Dios. Sin embargo, el don de la vida es un regalo lleno de sorpresas para las cuales no estamos preparados, por algo son sorpresas.

En el paquete de la vida aparecerán gozos y tristezas, dolores y sufrimientos, penas y alegrías, salud y enfermedad, éxitos y fracasos, abundancia y escasez, duda y fe etc. Lo importante es cómo reaccionamos a tales circunstancias que están en el paquete de la vida.

San Lucas nos presenta el relato de unos leprosos que fueron curados por Jesús y la reacción de ellos frente al “don” de la salud recobrada como en el caso del Sirio Naamán, un extranjero que mostró su reconocimiento a Dios agradecido por el don de la salud.

Pone la atención en la actitud del samaritano, considerado por los judíos como extranjero o pagano.

Eran diez leprosos, por lo mismo impuros y no podían acercarse a ninguna persona sin riesgo de contaminarla de impureza, es por ello que a distancia le gritaban y pedían compasión.

Jesús a diferencia de otros relatos no se acercó a ellos ni los tocó, sino que les mandó presentarse ante los sumos sacerdotes, que eran los responsables de determinar la pureza o impureza de una persona, según la ley de Moisés.

Esta prueba de ir a los sacerdotes resulta un poco desconcertante, como el caso de Naamán de ir al río Jordán. Pero es una prueba de fe ya que como en el caso de Naamán, los enfermos al ir al río, lavarse, y presentarse a los sacerdotes, por el camino quedarán sanos y así será determinado por los sacerdotes.

Resulta, sin embargo, interesante que el único que regresó a dar gracias a Jesús por el don de la salud, fuese un samaritano, extranjero y pagano; como el caso del extranjero Naamán. Contrasta la actitud agradecida de “uno”, pagano, contra la ingratitud de “Nueve” del pueblo escogido.

La frase final al extranjero y samaritano es “levántate y vete, tu fe te ha salvado”. En la dimensión salvífica de Dios es tan importante su acción misericordiosa en favor de un necesitado, como la acción agradecida del necesitado que reconoce la presencia divina en su vida, por medio de la salud. Regresa libremente, nadie le obligó; esto demuestra que la verdadera gratitud viene de la libertad.

La ingratitud por otro lado deja ver el rostro del hombre que se siente merecedor del favor; se olvida del acto de reciprocidad y agradecimiento por un don inmerecido que se ha recibido y por encima deja en el olvido el reconocimiento de la gloria que le corresponde a Dios que es quien le otorga el beneficio por medio de Jesús.

Superado el asunto preconciliar de que fuera de la iglesia no hay salvación; el mensaje universalista que nos presenta el texto de Lucas con la acción del samaritano; nos recuerda que no solo por el hecho de ser bautizados ya estamos salvados. Es necesaria la dosis de agradecimiento, conversión y retorno a Dios para sentir su presencia salvadora y su acción misericordiosa en favor de cada bautizado.

Es verdad que cada hombre y mujer de buena voluntad, que aunque no forman parte de la iglesia, pero reconocen la gloria y misericordia divina y se acercan confiados a ella; reciben de igual forma la oportunidad de encontrar la salud y la salvación por parte de Dios en Jesucristo el salvador del mundo.

Muchos creyentes cristianos de hoy creen que no hace falta hacer nada por los demás porque cada quien es responsable de su vida y de su suerte. Ojalá que ninguno de esos hermanos caiga en desgracia; pero si llega a suceder, ese día que se encuentre en desgracia, tenga la oportunidad de encontrarse con un hermano que le diga: Conozco a alguien que te puede ayudar… Se llama Jesús. Él te puede curar y dar vida plena.

En la cultura oriental, las enfermedades eran vistas como castigo divino temporal o de por vida según la enfermedad. Jesús viene no como simple “taumaturgo” o curandero de donde proviene la palabra “curador” (del latín cura, curate) sino como un curador o sanador que llega a hasta lo más profundo del alma y del corazón.

De ahí proviene la palabra “Cura de almas” o Señor Cura, título que ahora ha caído en desuso y también ha dejado mucho que desear en la acción y atención pastoral de muchos presbíteros “elegidos” Párrocos o “Curas” para atender a los que necesitan una verdadera curación espiritual.

Se sabe de algunos “Curas Párrocos” que prefieren el título de “administradores parroquiales” para liberarse de la responsabilidad original y quedar solo en el ámbito administrativo farisaico e irresponsable de no cuidar a los enfermos, ansiosos de la gracia y la salud divinas.

Va siendo hora de atender tantas necesidades espirituales de creyentes y no creyentes; de locales y extranjeros que igual sufren las inclemencias de un mundo global e injusto que no le importa la suerte de tantos hombres y mujeres que viven en desgracia, marginación, enfermedad, angustia, injusticia, violencia y dolor.

El eje que mueve actualmente a este mundo es el poder, el dinero, la fama, el placer y sus múltiples manifestaciones.

Cuanta falta nos hacen ahora “Señores Curas”, sensatos y sensibles a las necesidades y carencias tanto espirituales como materiales del pueblo de Dios que clama día y noche por ayuda y salud. Y cuanta falta hacen también hermanas y hermanos bautizados y llenos del Espíritu Santo que se hagan sensibles a las necesidades de sus prójimos y les muestren con su solidaridad, generosidad y servicio, el camino de la salud y de la vida digna.

El padre Javier Gómez es párroco de la Parroquia San Juan de los Lagos, Torreón.

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