“El reino de Dios es de los sencillos”

Sir. 3, 19-21. 30-31; salmo 87; Heb. 12, 18-19. 22-24; Lc. 14, 1. 7-14

Por: Pbro. Javier Gómez.

CODIPACS.- La humildad es una virtud que la biblia exalta, por ser necesaria en la convivencia de las personas, y por animar la vida y la fe en Dios que concede tan grandes dones.


El libro del Eclesiástico, o libro de “la iglesia” llamado así por el uso que se le daba en la catequesis de muchas comunidades judías que buscaban normas prácticas para su vida de fe. Para no confundirlo con el Eclesiastés o Qohelet, se le ha dado el nombre de Sirácide, en honor de su autor llamado Jesús Ben Sirac, (Jesús hijo de Sirac) de Jerusalén. La obra fue escrita en un hebreo académico, según las exigencias formales hebreas, hacia el año 197 a.C. Su nieto tradujo el libro hacia el año 132 a.C. en Egipto y le añadió un prólogo; la traducción que hizo el nieto del hebreo en que fue escrito, al griego, lengua culta de estilo y estructura que salvaguarda el prestigio de su abuelo y la literatura de su pueblo.


Sobre el autor en el mismo libro dice que era un escriba formado en la “Escuela de los Escribas” donde estudió la ley y las tradiciones de sus antepasados y se volvió un sabio por sus viajes y experiencias en otros países; fue muy reconocido por sus contemporáneos como hombre sabio y respetado por sus consejos y sentencias.
La finalidad del libro, según su autor, fue precisamente, trasmitir la sabiduría, recogiendo instrucciones inteligentes y tradiciones tanto de sus ancestros como de otros pueblos para enriquecer a sus comunidades.

En el texto de hoy el autor anima a las comunidades de fe a practicar la humildad como una virtud que procura no ponerse por encima de los demás, no sentirse mejor o más grande que los otros
El texto hebreo usa la palabra “kaná” que significa en modo pasivo ser humilde, someterse o en modo activo de humillar o someter a otro. La traducción de los LXX usa la palabra “tapeinós” cuyo significado original apunta a aquello que es bajo, que no se levanta de la tierra, de donde metafóricamente significa “humilde” persona de baja condición. La vulgata por su parte usa la palabra “húmilis” que a su vez procede de la palabra “humus” que significa tierra; Así humilde es el que está a ras del suelo y se mueve cerca de la tierra; es algo que denota nuestra pequeñez de creaturas que nos separa del creador.


Dos ventajas atrae la humildad de quien la practica: el amor y respeto de los demás y la compasión y misericordia de Dios que revela sus designios precisamente a los humildes.
Según Ben Sirac, la humildad debe ser un reto constante para el sabio; reconociendo que entre mayor sabiduría, mayor conciencia de lo lejos que se está de la verdadera sabiduría.

La humildad ayuda a no caer en la arrogancia de pretender saber más que los demás y dominar los conocimientos de la ciencia y de lo oculto.
La literatura bíblica sapiencial, donde se ubica el eclesiástico o Sirácide, concibe la verdadera sabiduría como Dios que desea el bien del hombre y que el hombre viva bien y haga el bien.
El libro parece un manual de reglas prácticas sobre el comportamiento del judío piadoso que debe observar para agradar a Dios y cumplir sus mandatos.


En este tiempo los judíos habían caído bajo la influencia y dominio de la dinastía Seléucida con Antíoco III, que obligaban a todos los pobladores de las tierras conquistadas a adoptar los usos y costumbres griegas.
Era la política “helenizante”, aunque algunos sumos sacerdotes garantizaron sus privilegios religiosos aliándose con los seléucidas y apoyando su expansión conquistadora de Palestina, pero duró poco tiempo hasta la revuelta y levantamiento de los macabeos en el año 167 a.C.


Está latente en la vida del judío, la tentación de abandonar la fe judía y abrazar la religión griega. Por ello Ben Sirac invita a mantenerse fieles en la fe conservando la tradición y enseñanzas de sus antepasados; ahí está la sabiduría de Dios, no en las escuelas filosóficas de Atenas.


Al igual que Ben Sirac; Jesús de Nazaret, nos enseña con dos sabias parábolas, el valor de la verdadera humildad, asociada con el comportamiento de los comensales que han sido invitados a un banquete de bodas. La primera parte es sobre el lugar que deben ocupar los invitados y la segunda sobre el anfitrión para que escoja bien a los invitados.

Si reflexionamos las parábolas solo desde la perspectiva literaria; carecen de lógica con la realidad ordinaria de la vida, puesto que a todos nos gustaría ocupar un lugar importante en la fiesta y cuando invitamos a alguien procuramos sea de nuestro agrado y cercanía.
La parábola debe reflexionarse a la luz del evangelio y de las propuestas distintas que Jesús hace a sus discípulos; indicando con este recurso literario que la entrada a la fiesta del reino requiere de humildad, la cual está en estrecha relación con el servicio.


En el evangelio los invitados, son los seguidores de Jesús los cuales deben mostrar su calidad como buenos seguidores mediante la entrega, el servicio y la humildad al igual que Jesús. Nos dice el canto de San Pablo a los filipenses: “Cristo siendo Dios, no consideró aferrarse a los privilegios que le daba su condición divina; sino que compadecido de los hombres se humillo y se hizo uno más en el servicio aceptando la muerte en la cruz; por ello Dios lo exaltó y le otorgó el nombre por sobre todo nombre…” (Flp. 2, 6-9).


En la parábola, Jesús enseña la medida para ocupar un puesto de honor en el banquete (reino de Dios) En la comunidad cristiana el discípulo de Jesús tendrá que ser el último, es decir el servidor que se constituye en un hermano atento a las
necesidades de los demás. Se debe ser auténtico y evitar el cálculo interesado del reconocimiento o el pago oportuno por el servicio.

Así la humildad y el servicio están estrechamente unidas a la generosidad. Dar y servir a quien no te puede compensar tu acción; invitar a la fiesta a los más necesitados que no tienen con qué pagar; pero la recompensa será en la vida eterna.
Pero la humildad está también unida a la verdad; el servicio y la generosidad y deben ser verdaderos, no ficticios o interesados. Santa Teresa de Ávila en una de sus moradas (sextas 10,8) da una definición de humildad y verdad: “Estaba una vez considerando porque razón era Nuestro Señor tan amigo de esta virtud de la humildad, y púsome delante… esto: que es porque Dios es suma Verdad y la humildad es andar en la verdad”
En un mundo donde el éxito, la competencia, la lucha por ocupar los primeros lugares, el esfuerzo por la excelencia de llegar primero y escalar posiciones, lograr la fama, prestigio, estatus y riqueza, son los aspectos relevantes de la vida; no hay espacio para la humildad, la generosidad y la verdad. Las estructuras sociales, políticas y económicas promueven la lucha por los primeros lugares, y no es ajena esta lucha, en diferentes tiempos y lugares, por parte de la Iglesia.


Fácilmente podemos caer en la tentación de creer que estas luchas son buenas y llenarnos de preocupación por lograr lo mejor para nosotros mismos. Los fariseos que invitaron a Jesús estaban tan llenos de sí mismos que no tenían lugar ni para la humildad ni para Dios. Todo lo que somos, lo que logramos, lo que tenemos, no es por nuestros méritos sino que proviene de la generosidad de Dios. No debemos enorgullecernos y engrandecernos de nuestros logros y capacidades sino compartir lo que somos y tenemos porque provine de Dios suma Verdad.


“Nadie está más vacío que aquel que está lleno de sí mismo” dice un refrán. O como decía el filósofo y escritor francés, convertido al catolicismo y fiel seguidor de Cristo; Charles Péguy (1874-1914) “En esta vida el que pierde gana”.

Dios nos invita y nos llama a estar cerca de Él, de su santidad, sin temor como les sucedía a Moisés y a los israelitas en el monte Sinaí, frente a la santidad de Yahvé. La carta a los hebreos hace esta invitación a los judeocristianos que se encuentran en una situación complicada con dificultades internas y externas a permanecer fieles y acercarse a la santidad de Dios sin temor puesto que Jesucristo, sumo sacerdote ha borrado nuestros pecados y ha hecho posible que nos podamos acercar a Dios. A la asamblea de los primogénitos cuyos nombres están escritos en el cielo.


De igual manera es una invitación a los cristianos de hoy a mantenernos firmes en la fe y confiados en la bondad y misericordia de Dios que nos invita mediante el servicio, la generosidad y la humildad a irradiar en nuestro mundo su imagen santa y la de su propio Hijo Jesucristo que nos conquistó con su muerte la vida eterna.

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