CODIPACS.- El vaticano publicó la primera exhortación apostólica del Papa León XIV, un trabajo iniciado por el Papa Francisco sobre el tema del servicio a los pobres, en cuyo rostro encontramos “el sufrimiento de los inocentes”.
El documento lleva por nombre: Dilexi te, “Te he amado” (Ap 3,9). Contiene 121 puntos divididos en 5 capítulos, mismos que brotan del Evangelio del Hijo de Dios, que se hizo pobre desde su entrada en el mundo y que relanza el Magisterio de la Iglesia sobre los pobres en los últimos ciento cincuenta años.
Con este documento firmado el 4 de octubre, festividad de san Francisco de Asís, el Pontífice agustino sigue los pasos de sus predecesores: Juan XXIII, con su llamamiento a los países ricos en Mater et Magistra para que no permanecieran indiferentes ante los países oprimidos por el hambre y la miseria (83).
Pablo VI, con la Populorum progressio y su intervención en la ONU “como abogado de los pueblos pobres”; Juan Pablo II, que consolidó doctrinalmente “la relación preferencial de la Iglesia con los pobres”; Benedicto XVI y la Caritas in Veritate, con su lectura “que se hace más marcadamente política” de las crisis del tercer milenio. Por último, Francisco, que ha hecho del cuidado “por los pobres” y “con los pobres” uno de los pilares de su pontificado.
En la exhortación, León XIV expresa que no debemos bajar la guardia respecto a la pobreza, pues preocupan particularmente las graves condiciones en las que se encuentran muchísimas personas a causa de la falta de comida y de agua. Cada día mueren varios miles de personas por causas vinculadas a la malnutrición.
En los países ricos las cifras relativas al número de pobres tampoco son menos preocupantes. En Europa hay cada vez más familias que no logran llegar a fin de mes. En general, se percibe que han aumentado las distintas manifestaciones de la pobreza. Esta ya no se configura como una única condición homogénea, más bien se traduce en múltiples formas de empobrecimiento económico y social, reflejando el fenómeno de las crecientes desigualdades también en contextos generalmente acomodados. Recordemos que «doblemente pobres son las mujeres que sufren situaciones de exclusión, maltrato y violencia, porque frecuentemente se encuentran con menores posibilidades de defender sus derechos.
Sin embargo, también entre ellas encontramos constantemente los más admirables gestos de heroísmo cotidiano en la defensa y el cuidado de la fragilidad de sus familias». Si bien en algunos países se observan cambios importantes, «la organización de las sociedades en todo el mundo todavía está lejos de reflejar con claridad que las mujeres tienen exactamente la misma dignidad e idénticos derechos que los varones. Se afirma algo con las palabras, pero las decisiones y la realidad gritan otro mensaje», sobre todo si pensamos en las mujeres más pobres.
El Papa explica que la aceleración de las transformaciones tecnológicas y sociales de los últimos dos siglos, llena de trágicas contradicciones, no sólo ha sido sufrida, sino también afrontada y pensada por los pobres. Los movimientos de trabajadores, de mujeres y de jóvenes, así como la lucha contra la discriminación racial, han dado lugar a una nueva conciencia de la dignidad de los marginados.
También el aporte de la Doctrina Social de la Iglesia tiene en sí esta raíz popular que no se debe olvidar; sería inimaginable su relectura de la revelación cristiana en las modernas circunstancias sociales, laborales, económicas y culturales sin los laicos cristianos lidiando con los desafíos de su tiempo. A su lado trabajaron religiosas y religiosos, testigos de una Iglesia en salida de los caminos ya recorridos.
<<El cambio de época que estamos afrontando hace hoy aún más necesaria la continua interacción entre los bautizados y el Magisterio, entre los ciudadanos y los expertos, entre el pueblo y las instituciones. En particular, se reconoce nuevamente que la realidad se ve mejor desde los márgenes y que los pobres son sujetos de una inteligencia específica, indispensable para la Iglesia y la humanidad>>, señala el obispo.
Siguiendo los pasos de sus predecesores
El Magisterio de los últimos ciento cincuenta años ofrece una auténtica fuente de enseñanzas referidas a los pobres. De ese modo, los Obispos de Roma se han hecho voz de nuevas conciencias, tomadas en consideración para el discernimiento eclesial. Por ejemplo, en la carta encíclicaRerum novarum (1891), León XIII afrontó la cuestión del trabajo, poniendo al descubierto la situación intolerable de muchos obreros de la industria, proponiendo la instauración de un orden social justo. Otros pontífices también se han expresado en esta misma línea. Con la encíclicaMater et Magistra (1961) san Juan XXIII se hizo promotor de una justicia de dimensiones mundiales: los países ricos no podían permanecer indiferentes ante los países oprimidos por el hambre y la miseria, sino que estaban llamados a socorrerlos generosamente con todos sus recursos.
El Concilio Vaticano II representa una etapa fundamental en el discernimiento eclesial en relación a los pobres, a la luz de la Revelación.
Transformar la mentalidad
Lo que el Sucesor de Pedro preconiza es, por lo tanto, “un cambio de la mentalidad”, liberándose ante todo de la “ilusión de una felicidad que deriva de una vida acomodada”. Esto mueve a muchas personas a una visión de la existencia centrada en la riqueza y el éxito social “a toda costa”, incluso en detrimento de los demás y a través de “sistemas políticos y sociales injustos”. “La dignidad de cada persona humana debe ser respetada ahora, no mañana” (92).
Te invitamos a leer la exhortación apostólica completa, en el siguiente link: https://www.vatican.va/content/leo-xiv/es/apost_exhortations/documents/20251004-dilexi-te.html