La liturgia que es vida, debe activar la economía diocesana

Por: Pbro. Jesús De la Torre De la Torre.

 Areópago

CODIPACS. Hay noticias alarmantes que se habla de una declinación severa de la Diócesis de Torreón en su economía. Se informa que la seguridad sacerdotal que se venía pagando en una empresa, ya no se cubrirá y se les sugiere a los presbíteros acudan al Seguro Social, en la modalidad 10. Pero hay el problema de que un buen número de presbíteros ya no se les admite en la citada modalidad, por su edad.

     Pero se señala, al interior del presbiterio de Torreón, que la solvencia económica sí se puede logar, iluminados por el pasado reciente que sí dio para resolver los problemas de la economía diocesana. El pueblo cristiano tiene derecho a que se le atienda, sobre todo en el sector pobre donde están los muchos más, que atendidos, lo poco que dan llega a mucho. Pero se necesita atenderlos no como clientes y público que participa en un espectáculo religioso, sino como “santo pueblo de Dios” al que se le capacita para que sea una comunidad celebrante, presidida por el sacerdote celebrante, y que sea así una comunidad que tiene en cuenta su realidad y se proponga transformarla, a la luz de Evangelio.

     ¿Qué enseña la Iglesia? Nos dice: “La Liturgia no agota la actividad de la Iglesia, pues antes que los hombres puedan acceder a la Liturgia es necesario que sean llamados a la fe y a la conversión”. Y con contundencia: “No obstante, la Liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza” (SL. Núms. 9 y 10). La Liturgia es una cumbre. Pero no falta quien sólo se suba al altar sin pueblo instruido, capacitados, desde donde se debe celebrar la fiesta comunitaria de la fe, sintonizando con “las tristezas y las angustias” que vive el pueblo.

     Cuando se predica en forma descarnada de la realidad, con una burda ignorancia, de lo que sufre el pueblo, las multitudes deja “chiflando en la loma” a celebrantes que sólo rezan, oran, cantan para sí mismos. Pero entonces viene el mercado, que ya tiene a sus “organizadores de eventos” que son capacitados hasta para decirle al celebrante qué debe hacer para que la fiesta salga correcta. La citada celebración debe salir en armonía con el “salón de fiestas” que es donde se enfocan todas las fuerzas económicas, donde a final de cuentas, hasta el celebrante forma parte del decorado, todo por no atender la naturaleza de la Liturgia, razón por la que estamos tan pobres.