La verdadera fe sí hace milagros

Hab.1, 2-3; 2,2-4; Salmo 94; 2 Tim. 1-6-8. 13-14; Lc. 17, 5-10

Por: Pbro. Javier Gómez Orozco

CODIPACS.- Escuchamos ahora al profeta Habacuc; un profeta que le tocó vivir, al igual que a otros profetas, en una etapa crítica para Israel, el cual se encuentra en la mira de los asirios en decadencia y de los babilonios en ascendencia en el poder. Su profetismo se ubica en el S.VII- VI a.C. Durante la crisis de la caída del imperio Asirio y la toma de Nínive en el año 612 a.C. y el surgimiento del imperio babilónico que serían los destructores de Jerusalén y del el inicio del exilio en el 586. El libro se ubica hacia el año 600 a.C.

El profeta Habacuc no se dirige a una comunidad o, a personas en particular, ni lo hace para echar en cara la infidelidad del pueblo a su Dios; habla con Dios y expresa su pensamiento acerca de la situación de injusticia social en la historia del pueblo de Israel, y del mundo, entre las dos potencias que luchan por este pueblo como si fuera un nuevo juguete.

En su expectación pretende encontrar una respuesta en la sabiduría divina; por ello la pregunta: “¿hasta cuándo Señor gritaré ¡Violencia!, sin que me salves”? Parece la intervención de un espectador de la historia sufriente y desesperada del pueblo, buscando una respuesta que les levante el ánimo. Es una especie de cuestionamiento a Dios; por qué le permite ver tanta maldad y opresión y no aparece la acción divina en su favor.

La respuesta de Dios aparece en 2,2-4 “Escribe la visión y grábala en tablillas”. Que se conozca la suerte de los malvados opresores, los presentes y los pasados; unos fueron humillados por otros más poderosos que los primeros y a su vez los actuales caerán en manos de otros más poderosos y así sucesivamente.

Dios determina el momento en que un pueblo caerá, es decir, “será castigado”. Hay que tener paciencia porque tarde o temprano llegará la justicia divina. El soberbio, el ambicioso, el opresor, fracasará; pero el justo, por su fidelidad, vivirá.

 Podemos imaginarnos el problema para el profeta; tratar de explicarle al pueblo que la injusticia y opresión ahí están, pero un día se acabarán; así que hay que mantener la confianza y la esperanza de que ese día habrá de llegar y entonces las cosas cambiarán. Mientras tanto… más delante dirá el texto,…. que entonen cantos coplas con ironía contra los opresores.

Es tanto como decir que ante la situación de sufrimiento y de opresión, no hay nada que hacer, solo rezar, por el momento, y esperar.

Dios sin embargo ofrece en su respuesta consideraciones claras de la certeza de que saldrán de esa situación por ello pide “fidelidad” (Heb. Emunah, firmeza, confianza, fidelidad) atributo destacado de Dios en el A.T., junto con la misericordia. Al hablar de Dios como “Roca” muestra que es el signo de su firmeza en cuanto a fidelidad con su pueblo, por ello les pide que se mantengan fieles a su revelación; que estén seguros de que pronto pasará la opresión de Babilonia.

El problema de la injusticia, la violencia y la opresión, siguen siendo hoy en día una lacerante realidad que indigna y enoja y en muchos de los casos se queda como tizón encendido sin que se pueda hacer algo al respecto. ¿Qué tiene que ver Dios en todo esto? Es posible que muchos pretendan quedarse indiferentes ante esta doliente realidad, tratando de ignorarla o restarle importancia y pensar que basta con pedirle a Dios, con oraciones cánticos y súplicas que se apiade y que Él cambie dicha realidad.

¿Hasta cuándo Señor se va a acabar esta triste realidad? …Podríamos decir como el profeta. Pero no basta rezar; hacen falta muchas cosas para construir la paz.

Escribe… trasmite… grita… denuncia… Hay que descubrir la mano de Dios y su acción en la historia y convertirnos en sus instrumentos para modificar la realidad de injusticia y de violencia que tanto nos enoja.

Hay que descubrir la acción de Dios en el diario acontecer; en los signos de los tiempos y desde la fidelidad a él y su proyecto salvador, mantenernos firmes y pacientes, pero disciplinados constantes y activos en la tarea que cada uno debemos realizar en bien del reino de Dios.

Timoteo recibió de San Pablo el encargo, según la tradición, para dirigir una comunidad cristiana. El don recibido de Dios por la imposición de las manos. Ese don recibido no es para tener miedo, sino para luchar con todas las fuerzas por los valores del evangelio. Defender los valores del evangelio en el nombre del Señor Jesús; como le recomendó en la primera carta de la que escuchamos un trozo la semana pasada: “lucha en el noble combate de la fe”. Ahora en este trozo de la segunda carta le invita a defender el “depósito de la fe” que recibió y que el mismo Pablo le ha confiado para dirigir a la comunidad. No debe tener ni miedo ni vergüenza; por el contrario debe saber que el sufrimiento es parte de la tarea evangelizadora como le ha sucedido a Pablo como prisionero del Señor (encarcelado por evangelizar) Debe mantenerse fiel a la fe y dar testimonio de ella aún a costa de su propio sufrimiento.

Todos los cristianos al ser bautizados, recibimos un “depósito de la fe” del cual debemos tener responsable cuidado; ya que nuestros papás y padrinos, se comprometieron con la Iglesia “Apostólica” a hacer que el bautizado llegase a convertirse en un buen alumno o discípulo de Jesucristo y luego en un Apóstol”, enviado a trasmitir el depósito de la fe que consiste en evangelizar con la palabra y con el ejemplo, a pesar de las dificultades que ello representa.

La fe es un concepto fundamental en la relación que el hombre tiene respecto a Dios como fuente y origen de la “religión” termino para designar la unión de lo humano con lo divino y viceversa. En la biblia el término fe se expresa en el A.T. con la palabra “aman” que significa “creer” pero hay otros términos en el A.T. que nos recuerdan este concepto; batah= confiar; emunah= firmeza; jasah= esperar.

Como sea, el acto de fe entraña confianza, firmeza, espera en la persona en quien se deposita dicha acción. En el caso de Dios debería implicar una verdadera relación de confianza en el depósito de su palabra para creer en ella y particularmente “creerle a Dios” y confiar en lo que nos dice como lo hizo Abraham y los patriarcas.

El texto del N.T. nos presenta el término “pistis” confianza, como firme convicción de lo que se ha escuchado.

San Lucas en este domingo nos habla precisamente del valor de la fe del seguidor de Cristo. La fe no es una “experiencia” que se puede medir en cantidad, en todo caso deberíamos decir que sí se puede observar en calidad y se constataría en la confianza que manifestamos en nuestra relación con Dios como Padre, que por medio de su Hijo, nos enseña que el mensaje traído por Él es de esperanza y de salvación.

Las instrucciones de Jesús a sus discípulos en torno a la necesidad de la fe, están en la línea del servicio al reino de Dios que solo es posible desde y por medio de la fe. Entonces lo primero es “tenerla”. ¿Cuánta es necesaria? “. Como un grano de mostaza”, dice Jesús porque esa extrema pequeñez lleva dentro una carga cualitativa maravillosa que se transforma en algo impresionante, que hace capaz de fiarse verdaderamente de Dios. La semilla de mostaza, que no le importa, parabólicamente hablando, ser pequeña e insignificante, como tampoco el dejar de ser semilla, lleva dentro de sí la confianza de que será un gran arbusto, donde las aves pueden construir sus nidos.

La verdadera fe hace cosas extraordinarias, al margen de dejar en paz y en su lugar a los árboles, que nada tienen que hacer en el mar. Es un recurso literario para trasmitir la idea de lo que puede hacer la fe en el corazón de los hijos de Dios. El milagro de hacer que la palabra de Dios crezca firme en nuestro mundo y produzca tantos y tan buenos frutos que se vea la justicia, el amor, la unidad, la fraternidad, la paz.

Sin la fe la “religión” no nos lleva a ninguna parte; Alguien puede tener religión, pero si en ella no está la fe, no sirve de nada.

Le dice la abuela a su nieto que va a visitarla después de varios años, con los ojos llenos de lágrimas;… ¡Hijo que milagro, que alegría verte!… Esta acción como muchas otras debe ser inspirada por la fe que hace milagros y mueve montañas; dejando árboles y montañas en su lugar, y realizando acciones que muestran que el reino de Dios es el servicio y que éste está inspirado por la confianza que tenemos en Dios y lo que Jesús nos ha enseñado en el evangelio.

Al final podríamos decir “No somos más que siervos, solo hemos cumplido con nuestro deber”. Esta es nuestra tarea y nuestra misión.

El padre Javier Gómez, es párroco de la Parroquia San Juan de los Lagos en Torreón.

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