La Santísima Trinidad, un gran misterio
CODIPACS.- La liturgia nos invita a hacer una pausa en contemplación y oración ante el misterio de la Trinidad. ¡Hablar de Dios es difícil porque nunca nos lo hemos encontrado físicamente! Una persona se conoce sólo encontrándola y para nosotros mortales nunca será posible conocer a Dios cara a cara. Nuestra condición terrena se parece a la del niño en el vientre de su madre: el niño siente a su mamá, pero no la conoce porque aún no ha venido al mundo. Así nos pasa a nosotros: mientras vivamos en este mundo nunca veremos a Dios. Lo veremos cara a cara sólo cuando entremos en la vida eterna.
Todavía no las pueden comprender
El texto evangélico es un breve fragmento del largo discurso de Jesús a sus Apóstoles en la tarde del Jueves Santo, en el Cenáculo. En el Evangelio de Juan observamos que el Señor en muchas ocasiones les había hablado del Padre, tratando de revelar su rostro. En este discurso de despedida no les oculta la dificultad de ellos para entender sus palabras: «Aún tengo muchas cosas que decirles, pero todavía no las pueden comprender». Por esta razón, la tarea del Espíritu será ayudar a los Discípulos a comprender y aceptar plenamente la enseñanza y la obra de Jesús.
Pero cuando venga el Espíritu de la verdad… El Espíritu Santo guía toda la verdad. Nos lleva a conocer cada vez mejor al Señor, tanto a nivel personal como eclesial. Acompaña a la Iglesia a comprender cómo vivir los nuevos desafíos a la luz del Evangelio. ¡El Espíritu Santo es el alma de la Iglesia! Al mismo tiempo, nos ayuda a conocernos siempre mejor, sacando a la luz la verdad de quiénes somos y cómo somos.
Es el Espíritu quien realiza nuestra santificación interior y lo hace de una forma gradual. Dios no aplasta, no obliga, sino que acompaña, educa, sabe darnos el tiempo para crecer. No pone sobre nuestros hombros cargas que no podemos llevar, más bien nos acompaña paso a paso.
Fuente: junio 2025.