“Trabajar por la paz, para cosechar la paz”

Por: Pbro. Javier Gómez.  

CODIPACS.- El texto de la primera lectura de este domingo, corresponde al tercer Isaías, que nos presenta la esperanza de una nueva Jerusalén; comparándola con el súbito nacimiento de un hijo que es amamantado por la madre dándole confianza y paz. 

El profeta interpreta el retorno de los exiliados como un milagro extraordinario de Dios; presentando a Jerusalén como una madre preocupada por el sustento y desarrollo de sus hijos. Dios augura para ellos el don de la paz como un río y las riquezas de las naciones como un torrente desbordado. En la nueva Jerusalén reinará la paz y sus habitantes disfrutarán de las riquezas de las naciones. Todos los bienes materiales y espirituales que Dios les concederá para que disfruten y estén alegres. La paz (Heb. Shalom) en la mentalidad del pueblo de la biblia, significa algo distinto a la simple ausencia de conflictos; para ellos engloba, integridad, seguridad, salud y bienestar en sentido amplio. Es por ello que lo utilizan como saludo en las relaciones interpersonales para desear toda gama de bienes. También es importante en el A.T. la paz en sentido comunitario. Pedir la paz para Jerusalén o para determinado pueblo o comunidad es signo de un buen deseo y de buenas relaciones. De hecho el nombre de Jerusalén significa; fundamento de la paz, posesión de la paz o lugar de la paz. 

Isaías profetizó sobre un “príncipe de la paz” cuyo reino producirá un gobierno armónico y estable que traerá prosperidad, alegría y paz. Dios desea la paz y el bienestar para su pueblo que ha regresado del sufrimiento y del destierro; por lo que se retrata como una madre que da confianza y tranquilidad a su hijo pequeño dándole lo que más le hace falta, que le tranquiliza y le da paz; el alimento y el amor. Indudablemente que la paz genera otro tipo de sentimientos, como la alegría (Heb. Simjah) que como viva satisfacción del alma se muestra en signos externos como “saltar de gozo”, “alegrarse en el Señor”. La alegría de Israel se funda en su elección divina por lo que es más que un estado emocional deseable, es un mandato divino. Dios que da la vida y hace germinar los campos, desea para su pueblo la alegría y la paz. La sabiduría proverbial del pueblo de Israel expresa: “La alegría hace bien al organismo; si el espíritu está triste, los nervios se deprimen” (Prov. 17, 22) “Corazón contento, rostro radiante; corazón triste, espíritu abatido” (Prov. 15,13). Es comprensible que Dios desee para sus hijos la confianza, la tranquilidad, la paz y la alegría para que vivan en ese estado de ánimo que producen dichas bondades.

Los discípulos tuvieron la oportunidad de experimentar la alegría como fruto de la misión evangelizadora que Jesús les ha encomendado. San Lucas nos cuenta cómo el Señor eligió a setenta y dos discípulos y los envió de dos en dos a los lugares que pensaba ir. Dado que en algunos manuscritos aparece la referencia a setenta o setenta y dos discípulos; es común la aceptación de que es un número simbólico; del número de las naciones que surgen de los tres hijos de Noé y que poblaron el mundo, en número de setenta, que presenta el Génesis (cap. 10) o los setenta ancianos que asistían a Moisés (Ex. 18, 21). 

Enviarlos de dos en dos es para garantizar el apoyo mutuo de los discípulos, así como para constatar la veracidad del mensaje. La mención de la abundancia de cosecha y escasez de trabajadores hace referencia en Lucas, a la labor conjunta de la comunidad en la misión evangelizadora; la cosecha o vendimia de Dios, en la que participan los elegidos y enviados a dicha tarea. La misión no es simple o fácil; deben estar atentos porque los envía como corderos en medio de lobos. Esta metáfora era muy conocida en el ambiente pastoril de Israel. Los rabinos la utilizaban para comparar a Israel como una oveja perdida, en medio de setenta y dos lobos que representaban las naciones paganas. Los discípulos tendrán que ir a llevar el mensaje de Jesús a todas las naciones. Les da instrucciones bien precisas y significativas para cumplir la misión.

No llevar lo indispensable que ordinariamente utilizaría un caminante normal, como práctica común en esa cultura. Bolsa, alforja y sandalias. La bolsa sería una especie de monedero, (Heb. jarit = bolsillo; Gr. thilakos =bolsa; Lat. Saccus = saco) elaborados de tela o de piel, necesario para guardar el dinero de los gastos que hoy llamamos viáticos. La alforja o morral (Heb. Saq = bolsa) especie de costal de tela gruesa para guardar provisiones; una tela burda con la que se confeccionaba el tradicional “sayal” para el luto. 

Este artículo servía para guardar las pertenencias; es decir en nuestro lenguaje la maleta de viaje. Y las sandalias (Heb. Naal =calzado, sandalia) Aunque en los pueblos de la antigüedad muchos andaban descalzos, la sandalia parece haber sido un artículo ordinario para la protección de los pies, especialmente en los viajes o en las expediciones militares. La biblia no describe la forma de la sandalia, sino que se conoce en escritos contemporáneos donde aparece sujeta a los pies con correas desde el tobillo, hasta la pantorrilla. Se las ha encontrado elaboradas con material de piel, lana, madera o combinadas de estos materiales y en algunos casos agregando hierro para reforzarlas o papiro agregado a la piel o el cuero. 

Las había de diferentes tipos de sandalias; para varones, mujeres, niños o según su estrato social; de lo más tosco a lo más elegante. Por regla general se necesitaba un par de sandalias extra para casos de necesidad, debido al desgaste de la suela. Cuando Jesús dice a sus discípulos que no lleven sandalias, se refiere al par extra, deben contentarse solo con las que ordinariamente llevan puestas.

En la cultura del antiguo Israel, la sandalia tenía un significado de propiedad; Por ejemplo: en una transacción, compra o rescate de algo, la persona se quitaba una sandalia y la daba al comprador; echar la sandalia sobre un lugar, significaba la toma de posesión del lugar; En la ley del levirato, si el hermano de un difunto no quería casarse con la cuñada, esta le quitaba una sandalia y le escupía en la cara en señal de desprecio; a los cautivos se les quitaba las sandalias y la ropa; el hijo pródigo regresó sin sandalias; quitarse las sandalias al entrar en una casa es signo de respeto y consideración para no ensuciarla con el polvo del camino; los esclavos quitaban las sandalias de los invitados y lavaban sus pies; desatar las sandalias de alguien era signo de inferioridad. 

Las indicaciones de Jesús a sus discípulos van encaminadas a fomentar el espíritu de pobreza y la total confianza en la providencia divina; la libertad de espíritu respecto de los bienes materiales para el ejercicio de la misión. En cuanto al saludo; es una costumbre muy extendida en la cultura oriental, dedicar buen tiempo al saludo. Para los discípulos, la negación; no se detengan a saludar, es un signo de prisa, urgencia de la misión; hay que guardarlo para darlo luego a las familias en la evangelización; “la paz de Dios esté con ustedes”. Esta paz, en el evangelio de Lucas, está asociada con la salvación que viene por Cristo; esta paz no la puede dar el mundo, solo Cristo e incluye todos los bienes temporales y espirituales. Otra indicación de Jesús es sobre el alimento; coman y beban lo que les den porque el trabajador tiene derecho a su pago. Lo que les den, o lo que tengan, lo cual significa quitarle vigor a la norma Judía sobre los alimentos impuros. 

La curación de los enfermos está unida al anuncio del reino de los cielos. Es una tarea no solo espiritual sino que lleva el compromiso de aliviar todos los sufrimientos de las personas. Quien acepta el evangelio recibe a los enviados y los atiende y comparte con ellos lo que tiene. Quien no recibe a los enviados y no acepta el mensaje de salvación, hay que sacudirse el polvo de los pies de ese lugar, sea de una familia, de un pueblo o de una ciudad como Corozaín, Betzaida o Cafarnaúm a quienes critica Jesús por su incredulidad, en los versos siguientes. (v. 13-15) El retorno de los discípulos va acompañado de alegría como consecuencia del trabajo bien hecho que se les había encomendado; hasta habían expulsado demonios en el nombre de Jesús. La sentencia de Jesús es clara; “alégrense de que sus nombres están escritos en el cielo”. La manera de caer de Satanás, el adversario, es una manera simbólica de explicar a los discípulos el efecto de su misión; “les he dado poder de aplastar serpientes y escorpiones sin daño alguno”. La serpiente y el escorpión eran bien conocidos en Palestina por su mortífero veneno y en el A. T. eran considerados signo de todo género de males.

San Pablo, por su parte, se enfrenta a uno de los males en el camino de la evangelización; la división de la comunidad y sus opositores, dentro de la misma comunidad, quienes querían imponer la circuncisión a los judíos cristianos, para diferenciarse de los cristianos ordinarios y formar una especie de élite. Pablo se opuso abierta y tenazmente a la imposición de la circuncisión y a este grupo de élite social y religiosa.

Escoge un camino diferente; errante y peregrino, sin hogar, perseguido por unos y menospreciado por otros, al estilo de los profetas del A.T., afronta las consecuencias de su misión; para él, eso es estar crucificado para el mundo y las marcas de su cuerpo no son la circuncisión, sino las señales de Jesús en su vida y en su misión. Vaya tarea que tenemos los cristianos de hoy; una fe libre y viva que tiene que encarnarse en las actitudes cotidianas del amor y la caridad al prójimo, anunciando con el ejemplo y con la palabra el evangelio de Jesucristo en nuestro entorno, familia e iglesia. Vaya responsabilidad de los discípulos misioneros de hoy; obispos, sacerdotes y diáconos, religiosos, religiosas y laicos de todas las comunidades que deseamos colaborar en la tarea evangelizadora de la iglesia donde sigue la abundancia de mies y la escasez de trabajadores. Cuando hayamos hecho bien la tarea, seguramente experimentaremos una gran paz y una profunda alegría, así como la esperanza de que nuestros nombres estén escritos en el cielo.

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