Algunos agravios en los Reinos de Nueva España

AREÓPAGO

Por: Pbro. Jesús De la Torre

BUENA NUEVA.- Allá por 1750, cuando gobernaba España una casa real que se decían los «borbones», rebajaron la categoría de la Nueva España de «reino» con prerrogativas iguales a las provincias de tierras españolas. En adelante, los «reinos» de la Nueva España pasaban a ser «colonias», perdiendo el trato que los anteriores reyes de España les habían dado desde 1523. Este modo de trato, acá en tierras de ultramar, cayó muy gordo. 

En 1767, el rey Carlos III,  Borbón, expulsa del Reino de la Nueva España a 670 jesuitas, algunos de los cuales murieron en el camino al destierro, y ocasionando un gran descontento entre ciudades como San Luis Potosí, Guanajuato, Patzcuaro, Uruapan, etc. La mayoría de los inconformes eran indígenas que tuvieron que sufrir azotes, ahorcamientos, presos, etc. Algunas ciudades fueron multadas. Los «borbones» eran monarcas absolutistas. Se exigieron a los reinos de Nueva España, préstamos para que España sostuviera sus guerras en Europa. 

En los tiempos en los que los «reinos» de la Nueva España existieron como prolongación de España, las Iglesias locales hacían préstamos a bajísimo interés, lo que favorecía sobre todo a los agricultores, mineros, comerciantes, etc., pero al «Borbón» en turno, se le ocurrió, en 1804, dar un llamado decreto de consolidación de vales, con la siguiente lógica: lo que los deudores deben a la Iglesia, ahora se lo pagan a la corono española, y si los deudores se resisten, entonces la corona española subastará los bienes de los deudores.  Esta medida afectaba también a los particulares, entre los que le tocó un raspón a don Miguel Hidalgo y Costilla que vio amenazada su Hacienda de Jaripeo el Grande. Estos hechos muestran cómo era un hervidero de razones que estaban en el fondo de quienes comenzaron a ver la independencia de España, como solución a grandes problemas de estos «reinos». 

Pronto estaremos celebrando las fiestas patrias, que nos recuerdan un montón de hechos que se acumularon para producir una revolución, que si bien no nos agrada su carácter armado, pocos se ponen a considerar que fueron las circunstancias la gran explicación. Se pusieron unos hechos que parecían sólo administración económica, pero que llevaron al campo de lo social, de lo político, de lo cultural, de lo religioso. En el fondo, no se juzgó pertinente considerar el bien del pueblo, ya que es una sensibilidad extraña, muchas veces, a quienes son autoridades de alta consideración, ¡Pero, no!