Catolicismo y religiosidad popular en tiempos de desencanto

AREÓPAGO
Por: Pbro. Jesús De la Torre.
BUENA NUEVA.- Se nos viene encima la fiesta de san Judas Tadeo, que con eso que lo asignan como patrón de todas las causas difíciles y desesperadas, muchos de sus devotos no saben si se trata de uno de los doce apóstoles, o de otro raro santo que disculpa de no cultivar la fe en comunidad, menos en torno a los sacramentos. El COVID-19 tiene muy sin cuidado a quienes preparan su evento religioso, reliquia, peregrinación, novena, conforme lo admitan en familia o los vecinos, y fácilmente le ganarán a la jornada electoral pasada, cuando el partido mayoritario en Coahuila repartió dineros a líderes de barrios, carteras de huevos de ochenta unidades, y otros premios. No dejó de ser una «reliquia política».
La fiesta de san Judas Tadeo es como un arranque para las celebraciones de religiosidad popular, que se irán desarrollando hasta principios del año próximo. Se trata de peregrinaciones, reliquias, novenas, etc., a las que el pueblo creyente acude con cariño y con deseo de satisfacer alguna exigencia espiritual. Normalmente son celebraciones de periferias tanto campesinas como urbanas, donde los marginados se sienten entendidos y gratificados en su fe, en un trato de igual a igual. Se trata de valiosos nichos de cultura católica y religiosa cuya práctica tiene en alta consideración el pueblo sencillo y alguno que otro no tan sencillo, nada más con la recomendación de que no le digan a toda la gente, y que cada quien su vida.
El COVID-19 ha puesto a nuestra región y a toda la nación en una gran desilusión que baja los estados de ánimo, se le culpa a Dios de esta fregadera y ya no se encuentra lenguaje, sobre todo cuando a familiares les dicen en los hospitales que se lleven a su enfermo para que mejor se muera en la cama de su casa y es entonces cuando se dice: ¿Para qué son los hospitales? ¿Por qué no hay medicinas? ¿Y Dios dónde está? ¿De qué le dan chanza al pobre?