Aún con el COVID-19, y ya se nos encaramó la Navidad

AREÓPAGO (XII/11/13). 

Por Jesús De la Torre T., Pbro. 

     No hay queja tan universal hoy en día, como los estragos que está causando el COVID-19, que daña en millones de pesos en pérdidas la Navidad como consumo. La cena de Navidad ya se venía celebrando más como costumbre que como ejercicio de fraternidad. Los símbolos no religiosos, como el Santo Clos, en canciones, ambientes, rebasaron al símbolo del nacimiento en Belén. La fraternidad en Navidad quedó hecha trizas ante el cañonazo de los «regalitos» y regalamos mugre y media sin darnos a nosotros mismos, que es lo más conducente, ante un encerramiento del egoísmo, signo contrariamente navideño. 

     El mercado encontró un aliado en el consumo loco, donde compra el ciudadano lo que no necesita para impresionar a quien no quiere, para alimentar egoísmos muy costosos, y luego se construyen murallas frente al prójimo que se considera peligroso, para que no moleste nuestra comodidad ni a nuestra comunidad de aislados. La Navidad en la que conmemoramos el misterio de la Encarnación de Jesús, en la época moderna la hemos convertido en pachanga social, que ahora por la pandemia está dejando a muchos en el llanto abierto, porque serán pocos los regalos y poco lo que cada quien pueda regalar. ¡Pero la Navidad es darse! 

     Para una buena Navidad no nos aislemos, pero tampoco nos besemos ni nos abracemos. Son tiempos en los que estamos invitados a pensar nuevas formas de fraternidad en las que no debe faltar la generosidad. También estamos invitados a ver los templos como servicios esenciales, vitales, que no deben estar cerrados, sino abiertos con el ejercicio de una sabia prudencia para que sean lugares de rehabilitación psicológica, espiritual, ligados a una sana comprensión de la realidad. Pero no olvidemos el dato de realidad de que los templos cada vez más, están siendo abandonados. ¡Y así y todo, no falta quién dé boletos de entrada para misas, rosarios, en templos! ¡Por favor! 

     Es de cultura general el saber que los «nacimientos» nacieron de san Francisco de Asís, con un sentido de ternura y vigor simultáneos, como solía imprimir tal santo, a sus iniciativas. Esta observación nos debe iluminar para los nacimientos en nuestros templos, nuestros domicilios, nuestros espacios públicos,  nuestros comercios. Estamos en tiempos de obligada austeridad en el que conviene meditar muy a fondo, por qué el Señor Jesús se hizo pobre, para enriquecernos con su pobreza. ¡Y ya!