La conversión pastoral de la comunidad parroquial

Por: Mons. Luis Martín Barraza Beltrán, obispo de Torreón.

BUENA NUEVA.- El pasado 20 de julio se dio a conocer la instrucción La conversión pastoral de la comunidad parroquial al servicio de la misión evangelizadora de la Iglesia, por parte de la Congregación para el Clero. Retomando la inquietud del Santo Padre en Evangelii gaudium: «Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin horizonte de sentido y de vida…» (EG, 49), expone lo que le tocaría a la parroquia para que esto se haga realidad.

La parroquia surge como respuesta a una precisa exigencia pastoral: acercar el Evangelio al pueblo a través del anuncio de la fe y de la celebración de los sacramentos. El reto de todos los tiempos es cómo mantenerla significativa de la presencia permanente del Señor Resucitado en medio de su pueblo. Jesús quiere seguir apacentando a su pueblo por medio de la acción pastoral de las parroquias, quiere continuar pasando haciendo el bien y curando toda clase de dolencias (Hch 10, 38).

Algo a tomar en cuenta hoy para la comprensión de la parroquia, nos dice el documento, es que «la creciente movilidad y la cultura digital han dilatado los confines de la existencia», «el vínculo con el territorio tiende a ser siempre menos perceptible, los lugares de pertenencia se multiplican y las relaciones interpersonales corren el riesgo de disolverse en el mundo virtual, sin compromiso ni responsabilidad hacia la comunidad». La parroquia deberá moverse ahora entre el «territorio existencial», que es el contexto donde cada uno desarrolla su propia vida, conformada por relaciones, servicios, etc., y el «territorio físico», que es lugar donde los fieles han nacido o se han criado.

Esto no significa que caduque la parroquia territorial. El documento nos recuerda las palabras de san Juan Pablo: «La parroquia ha de ser perfeccionada e integrada en muchas otras formas, pero ella sigue siendo todavía un organismo indispensable de primaria importancia en las estructuras visibles de la Iglesia». De igual modo, el Papa Francisco: «La parroquia no es una estructura caduca; precisamente porque tiene una gran plasticidad, puede tomar formas muy diversas que requieren la docilidad y la creatividad misionera del Pastor y de la comunidad» (EG, 28). Lo que sí es que «habiendo dejado de ser, como en el pasado, el lugar primario de reunión y de sociabilidad, la parroquia está llamada a encontrar modalidades de cercanía y de proximidad respecto a las formas habituales de vida». 

Para poner las estructuras parroquiales «tradicionales» en clave misionera, el documento nos dice que se debe poner «de manifiesto el protagonismo de la Palabra de Dios, fuerza interior que realiza la conversión de los corazones… Se requiere, por tanto, que la parroquia eduque la lectura y la meditación de la Palabra de Dios, a través de propuestas diversificadas de anuncio…». La escucha de la Palabra nos deberá conducir a «la celebración del misterio eucarístico» como fuente y cumbre de toda la vida cristiana, desde la cual se constituye la comunidad parroquial. 

Para lograr lo anterior es necesario «redescubrir la iniciación cristiana, que genera una nueva vida, porque se inserta en el misterio de la vida misma de Dios». Ésta no debe ser únicamente un «rito de paso», sino ponernos en continuo seguimiento de Cristo.