La verdadera Navidad

Juan Ceballos Azpe

La víspera de la Navidad es propicia para reflexionar en el auténtico significado del nacimiento de Jesús, sobre todo en este tiempo de pandemia en el que los valores humanos cobran una nueva magnitud ante la fragilidad de la vida. Hoy, más que nunca, esta Nochebuena debe servir para replantearnos qué es lo que estamos haciendo de nuestras vidas y de nuestro entorno, así como del sentido de celebrar la Navidad, en medio de la contingencia sanitaria en la que se deben evitar las reuniones y los festejos con más de 10 o 15 personas, para evitar contagios. Y si no hay mal que por bien no venga, aprovechemos la oportunidad de meditar esta festividad desde una perspectiva más originaria: la de celebrar la posibilidad de vivir esta temporada navideña desde una vía alejada del comercio y la mercadotecnia: el camino del amor, una idea que puede sonar cursi o idealista. Máxime cuando vivimos una realidad en la que impera el principio de «tanto tienes tanto vales» y de que la meta a alcanzar es tener más que los demás. 

Es así que, para la mayoría de la gente, el símbolo del éxito no se encuentra en la cantidad de amor que entregamos, sino en cuántas cosas materiales poseemos. Como si el mandamiento que dejó Cristo: «Ámense los unos a los otros», se hubiera trocado para celebrar la Navidad en «Cómprense los unos a los otros». Por desgracia, de alguna manera todos contribuimos activa o pasivamente a creer que lo único que importa en la vida es tener. ¿Cuántos, por ejemplo, hoy solo están concentrados en los regalos, en la cena y en todas las demás formas materiales de celebrar la Nochebuena? ¿Cuántos procuraremos que nuestros hijos no se queden con la idea de que, entre más y mejores obsequios, la Navidad es mejor? ¿En cuántos hogares nos acordaremos, aunque sea por un momento, del verdadero motivo que nos reúne en esta fecha? Pero más allá del discurso religioso, urge una reflexión sobre nuestra cotidianidad.

Esa, de los familiares, amigos y conocidos víctimas del coronavirus, del crimen organizado, de la clase política corrupta e insensible, de los gobiernos ineptos e incapaces, de la desigualdad, de la impunidad, de la pobreza lacerante. Esa realidad que hoy dibuja un triste panorama para los mexicanos. Por todo ello, hoy más que nunca tenemos que celebrar la verdadera Navidad, cuya COLUMNA VERTEBRAL es el amor que se manifiesta, no con regalos materiales sino con los más altos valores espirituales, no con palabras sino con acciones y con la entrega desinteresada de uno mismo. Debemos celebrarla con la renovación de la Fe, la Esperanza y la Caridad; con el compromiso de trabajar unidos por una Laguna y un México mejores, de replantearnos nuestra vida, de cuestionarnos acerca de lo que es realmente valioso y de darnos la oportunidad de tratar, en lo humanamente posible, de rescatar el mensaje –y vivirlo con la mayor intensidad– de Aquel que llegó hace más de 2 mil años, y cuyo nacimiento celebramos esta noche. ¿No lo cree usted así…? ¡Ánimo!